Un largo fin de semana (de miércoles a sábado) que ha dado para mucho. Aunque la temática eran los monstruos marinos para muchos ha sido el año de Greg Sestero, el flamante coprotagonista de The room con el que pudimos disfrutar de este auténtico clásico del cine cutre así como del esperado desenlace de Best f(r)iends forever y que presentó y firmó The disaster artist, libro todavía inédito en castellano que inspiraría la película homónima de James Franco. Para otros el de la priva gratis, cortesía de El águila. Para más de uno el jurásico, con la bendición del mismísimo velocipastor del que se repartieron estampitas (en las que he tenido el placer de hacer la ilustración) en la sesión doble con el gore cut de Tammy and the T-rex...aunque para mi espero que no se quede como el año que me caí del escenario echando una mano y acabé en urgencias (ojo: solo tres horas y a tiempo para llegar cojeando a la sesión golfa: a veces para disfrutar del cine, cutre o no, hay que sufrir.
Y por supuesto el año de las medusas, los tiburones, los cocodrilos y más engendros subaccuáticos que han demostrado que eso de pasearse cerca del agua suele ser mala idea, aunque se tengan buenas intenciones ecologistas, ya que más de un simpático animalillo puede hacernos cambiar rápidamente de opinión.
Ese nuevo clásico del género que es por derecho propio The velocipastor que ningún amante de la comedia debería perderse (imprescindible ese efecto especial que queda reducido a una frase explicatoria en medio del plano) y que cuenta con una de las mejores premisas del género (un sacerdote en plena crisis de fe adquiere el poder de convertirse en dinosaurio y acaba enfrentándose a una siniestra secta de ninjas cristianos con aviesas intenciones), la inclasificable canción de Sting of death, mejorada gracias a la impecable traducción-adaptación de Toni McGinty, el documental convertido en auténtico drama familiar The insufferable Groo (la mujer del aspirante eterno a ganador del Óscar Stephen Groo debería ser elevada a los altares ahora mismo por aclamación popular) o la lucha con pulpos gigantes de Little hero, auténtico festín para los amantes del reparto de castañas orientales, o Tetsudon, the kaiju dream match, bizarrada nipona para amantes del cine japonés de monstruos con una maravilloso manual de instrucciones cortesía de Hoshino (impagable el corto de no vuelve a casa man) han sido solo algunos de los mejores momentos de un festival que cada año se supera a sí mismo.
La Cutrecon volverá el año que viene, con la intención de hacer honor a su nombre en su décimo aniversario y la promesa de hacer un aauténtica selección de los clásicos del cine cutre que todavía no han podido disfrutarse en años anteriores (The room y Troll 2 quedarían fuera) dejando muy claro una vez más que es la cita cinematográfica más adictiva por derecho propio. En tiempos de haters varios puede que no sea para todos los paladares pero el que lo prueba y se deja llevar por su encanto repite. La Cutrecon está aquí para quedarse.
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