El cine en general, y el americano y el anime japonés en particular, nos tienen muy mal acostumbrados en materia deportiva. Ya sea drama o comedia todo se tiñe con tintes épicos superando los límites humanos de sus protagonistas, logrando grandes hazañas y, aunque pierdan, alcanzando objetivos que les hace mejorar como deportistas e incluso como personas. Sin embargo siempre hay una excepción y esta particular la encontramos en una cinta de la reciente campaña de los oscars, de la que se fue...con las manos vacías. Una película perdedora y sobre perdedores, que desmonta uno de los puntales del cine americano. Hoy hablamos de Foxcatcher.
Con esa horrible etiqueta, que sin embargo en este caso contribuye a hacer más inquietante la historia, de basada en hechos reales, la cinta arranca con la precaria situación de Mark Schult, un todavía joven luchador profesional, ganador junto a su hermano Dave, padre de fmailia y que ha sabido encauzar su carrera como excelente entrenador, de una medalla olimpica, que sobrevive de mala manera a la vez que se aleja cada vez más del circuito profesional. Su oportunidad llegará de la mano del egocéntrico millonario, descencdiente de una familia de rango abolengo, John du Pont, que pretende montar un equipo para los juegos de Séul, pero por supuesto no es oro todo lo que reluce.
La película nos lleva de la mano de una siniestra lucha de egos cuyo futuro, más que de oro (olímpico), se nos antoja de enmohecido bronce. Si bien hay ligeros destellos de luz (la compenetración de millonario y luchador al principio, y por supuesto los matices de la relación entre ambos hermanos, en la que Dave es casi diríamos un padre capaz de hacer cualquer cosa por Mark) toda una serie de revelaciones personales (el diálogo sobre el hijo del chófer) harán que la historia vaya alcanzando un negro tono con un final de esos que parecen inevitables.
Así encontramos una serie de personjes muy bien construidos emprzando por John, un hombre que lo tiene todo menos la realización personal, y que centra toda su vida en el reconocimiento a través de un deporte en el que no destaca en absoluto (hasta tiene que pagar para ganar...literalmente) y en el que quiere ver una manera de complacer a una madre que lo desprecia (pretende ser el mejor como ella lo es en el mundo del caballo, a pesar que ella de entrada desprecia la lucha), un taimado (veremos como poco a poco usa a Mark, casi hipnotizado por su "protector", como cebo para atrae a su equipo a Dave) personaje interpretado con una relativa contención y con unas miradas que expresan mucho más que cualquier palabra un magnífico Steve Carell. Y frente a él unos hermanos que partiendo de un mismo punto han seguido por caminos muy distintos...sin grandes éxitos uno tiene familia, trabajo y reconocimiento, y se convierte en una suerte de ángel de la guarda, aún cuando no está de acuerdo con sus decisiones (ahí está la muy explícita escena en la que tras un impulsivo atracón de éste le ayuda a perder los kilos lo antes posible para que pase la prueba), y que se van a convertir emocional y físicamente (en un desgarrador final fruto de la rebeldía de Dave y que John, en lo que ve como el culmen de su carrera no pude tolerar) en víctimas de un inquietante juquete roto que los ha ido corrompiendo poco a poco, y que ha pasado de la amabilidad a la violencia (los cachetes e insultos cuando no está de acuerdo con las decisiones del equipo) para crear su pequeño reino imaginario en el que él, que realmente es el que menos hace, y que ha llegado al humo de las velas, es el puntal, germen y destino de los posiibles éxitos deportivos futuros, como una sombra oscura que se cierne sobre todos los personajes, con la excepción de esa madre castradora que, en los breves momentos que aparece llega a dominar la escena incluso a nivel visual, con su vestimenta roja en unos escenarios en los que priman colores mucho más sobrios (el otro elemento que destaca, en una inteligente decisión visual es el gimnasio, un foco de luz en un ambiente mucho más tenebroso), y cuyo espíritu,incluso tras su muerte, atormenta a un personaje enamorado de un deporte de fuerza pero que es un débil, y que sólo se hace fuerte dominando a los demás, y en caso de no lograrlo lo lleva a sus últimas consecuencias. Un drama hiriente que sabe dejar una herida honda en el espectador.
Para amantes de esos sueños que se convierten en pesadillas, con monstruos que tristemente son humanos.
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