Origen en uno de sus lapidarios parlamentos defendía que el parásito más resistente es una idea. A modo de espíritu afín se levanta Nunca digas su nombre, una cinta de terror postadolescente en la que un trío de universitarios se enfrenta tras un hallazgo accidental a una compleja maldición de la que solamente conocen su nombre o mejor dicho el de su artífice, el Bye bye man del título original.
Con un comienzo que nos remite a unos precedentes de ambientación sesentera que tan bien le ha funcionado a James Wan y que ha creado cola en cintas como Ouija. El origen del mal la película nos transporta rapidaemnte al presente para contarnos una historia de horror de esas de origen desconocido (un asunto que tal vez dejen para una posible secuela, oeri ounto común con films tan recomendables como It follows) pero desenlace anunciado.
Con un punto de arranque que conocemos bien (un grupo de amigos se instala en su nuevo hogar) la película se centra en la omnipresencia de un nuevo villano, heredero en ese aspecto de Candyman o Voldemort (aunque va un paso más allás...no basta con pronunciar su nombre...es que ni siquiera hay que pensarlo), que provoca que aquellos que descubran su existencia sufran horribles visiones y se conviertan en autores o víctimas de actos innombrables (bueno en este caso sí, asesinatos de diversa índole como ya habrás upuesto el espectador desde su primer minuto) pero cuyo grotesco aspecto (que de lejos nos hace pensar en el pescador de Sé lo que hicisteis el último verano) tampoco le convierte en una figura precisamente memorable en el olimpo de psicópatas y otras figuras malditas del cine de terror.
Nunca digas su nombre tiene algún hallazgo interesante (la importancia de las monedas) pero arrastrta un lastre visual y argumental que la aproxima demasiado a otras obras del género que ya hemos visto antes, desde los clásicos (esas escrituras de "no lo digas, no lo pienses" en un nivel de locura similar a ese "All work and no play" de un tal Jack Torrance...), incluyendo la alargada sombra de Freddy a otras obras más modernas (como ese último tercio que recuerda bastante a la muy recomendable Oculus, en ls que el desencadenante no es una figura humana sino un espejo). Ello sumado a alguna escena torpemente resuelta (el accidente con el tren), personajes poco desarrollados (esa Sasha que se limita a ser la chica, casi perpetuamente inquieta y asustada y eso que el rol de medium le corresponde a otra actriz), el abuso de recursos manidos (el estallido del cristal o esa sombra maléfica que no es sino un abrigo colgado a mala baba) y algún elemento directamente incomprensible (el perro) o risibles (algunos voluntarios como la canción que el protagonista canta en el coche o ese cartel de Dilo...con una joya en el escaparate de una joyería, otros no como casi todos los aspectos de la figura de la bibliotecaria) contribuyen a crear un conjunto cuyo arranque, aun dentro de los tópicos, podría haber generado un producto más que interesante de haber jugado bien sus cartas, pero que ha quedado reducido a una cinta que no logra arrancar el escalofrío del espectador y queda más para completistas amantes del género, si bien nos queda alguna curiosidad como la (increíble) presencia de Faye Dunaway, aunque mejor dejamos para otro día la retahila de chistes que pieden surgir de la relación entre la legendaria actriz y las cosas que no deben ser nombradas, en especial si vienen en según que sobres
Nunca digas su nombre llega a las pantallas españolas el 5 de mayo.
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