Uno puede huir de los tópicos. O zambullirse completamente en ellos y disfrutarlo. Así es la historia del líder de una banda tan mítica como The pogues, y así nos la cuenta el documental Crock of gold: bebiendo con Shane McGowan.
Aunque es posible que de entrada el nombre de este compositor e intérprete no le suene al grueso del gran público es indudable que su música sí lo hace. Este es el gancho para llevarnos a un psicodélico recorrido por una carrera plagada de buena música, grandes excesos y polémicas. Una historia que arranca de los albores de la historia contemporánea irlandesa, las leyendas de la isla esmeralda y de un McGowan criado en una casa rural para conducirnos a la escena punk londinense más salvaje, pasar a un autodestructivo tour mundial y culminar en un presente en el que no faltan los homenajes.
Documental sin tabúes, dejando la voz cantante (y nunca mejor dicho) a su protagonista, a través de diálogos con un heterogéneo grupo de interlocutores ( incluyendo un Johnny Depp que también trabaja como productor, y no es la mayor sorpresa) y numeroso material de archivo. Pero tampoco dejará de lado las recreaciones, la mayoría en forma de escenas animadas de diversos estilos, desde el corte " Blake" al pseudoanime, y que aportan un buen toque de frescura al conjunto, muy en sintonía con el espíritu punk que baña la cinta.
Un humor a prueba de bomba que huye de lo políticamente correcto, una deliciosa banda sonora y un gran sentido del ritmo que hace que sus más de dos horas de duración se pasen en un suspiro son las señas de identidad de una película que se disfruta aunque no se sea un entendido musical o un admirador nato de la música de los setenta y los 80. Un etílico viaje que merece hacerse al menos una vez la vida.
Crock of gold: bebiendo con Shane McGowan llega a los cines el 16 de abril.
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