Esta película viene con advertencia: si tiene ganas de verla y le da mínimamente repelús cualquier tipo de insecto mejor dejarla pasar e ir a ver una de esas nominadas al Oscar o la última de monstruos gigantes. La que sea. Y es que en este caso enfrentarse a La nube, ganadora de dos premios en Sitges, puede convertirse en una experiencia bastante traumática. Al mismo nivel que ver Serpientes en un avión si se siente fobia por los oficios.
Para el resto de la humanidad La nube es una cinta que puede verse a dos niveles. Por un lado el drama de una mujer viuda, madre de dos hijos y propietaria de una pequeña explotación de saltamontes, que intenta cada día sacar adelante su pequeño negocio con poca suerte y muchos obstáculos. Por otro una inquietante fábula de terror en la que no faltan imágenes perturbadoras. Un cuento moral sobre la ambición que acaba convirtiendo un apocalipsis a pequeña escala, plaga bíblica incluída, cuando su protagonista descubra accidentalmente un siniestro modo de impulsar su negocio.
La nube es una de esas historias que pone al límite a sus personajes, tanto a nivel psicológico como físico, llevándolos a comulgar con tabús inesperados en un primer momento, en un nivel similar a otras cintas del fantástico como Crudo o Mártires. Un terreno resbaladizo que logra hacer creíble un reparto que sabe adaptarse a una historia cuyo punto de arranque nos resulta familiar, y cuyo desarrollo en más de un momento sigue derroteros que podríamos preveer, pero que aún así consigue sorprendernos.
Aunque el cine fantástico nos lleva mucho tiempo acostumbrando al horror con bicho La nube logra regalarnos imágenes de esas que se quedan en la retina del espectador, recordándonos que un ser en principio tan inofensivo como un saltamontes puede convertirse en la proverbial nube de langosta capaz de arrasar cultivos (y en este caso mucho más) y mostrando una interesante vuelta al tema del elemento cotidiano que se torna algo monstruoso. Una opción más que recomendable para los amantes del terror con un punto original sin renunciar a cierto espíritu clásico.
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