Nuestra historia arranca de manera inquietante. Un esperado concierto, con todas las entradas vedidas al que la estrella, un joven virtuoso del violín nunca llegará a acudir. Las dudas sobre el destino del artista parecen encontrar respuesta cuando el hermanastro de este, 30 años después, cree descubrir en el paticipante en un recital una pista que puede ayudarle a descubrir que pasó realmente con un músico que pareció evaporarse literalmente de la noche a la mañana. Sin embargo este punto de partida, que podría dar lugar a un intenso thiller, es la mera excusa para arrastrarnos al Londres de la II Guerra Mundial y contarnos la historia de dos adolescentes, Dovidl y Martin, el primero de ellos dejado al cargo del padre del segundo para estudiar música mientras su familia se queda en la Varsovia que pronto será ocupada por los nazis, marcados por el conflicto de un modo que apenas si alcanzan a sospechar.
Dirigida por François Girard, un director que no es ajeno en absoluto al cine protagonizado por músicos (El coro, El violín rojo), la película parte de un terreno que este conoce bien, con todo el virtuosismo posible en las ejecuciones y una hermosa banda sonora original obra del oscarizado Howard Shore para sumergirnos en un viaje intimista.
A través de tres países y dos continentes, alternado el presente de los personajes y un pasado que se presenta de manera casi cronológica, la película es un recorrido emocional que consigue alcanzar sus momentos álgidos en aquellos momentos en que la música está más presente (espectacular la interpretación vocal en la escena en que el joven violinsta descubre el destino de su familia) auque consiguiendo transmitir más emoción a través de esta que de los propios protagonistas, haciendo de ella casi un personaje más.
Sin embargo también nos encontramos ante una historia que a pesar de una premisa de esas que enganchan, no puede evitar perderse a la hora de recalcar las motivaciones de sus personajes, perdiendo el sentido del ritmo, creando numerosas lagunas y haciendo que poco a poco la película se vaya tornando más previsible de lo esperado, incluso jugando con las propia propia percepción del espectador para presentar una trama de la que nos cuesta adivinar el desenlace.
La canción de los nombres olvidados, nombre más explicito que la original The song of names, es una película que plantea temas interesantes como la fe, el poder del recuerdo o el poder de la música, pero a la que le cuesta decidirse por uno de ellos, divagando a veces entre ellos, para reafirmarse en el apartado más emotivo rozando en algún momento lo lacrimógeno. Nos queda una cinta más que correcta con un dúo de actores que sabe perfecamente en qué terreno está jugando, que aborda su papel de drama, en el sentido más amplio de la palabra, de manera eficaz. Una delicia para amantes de la música, quizás no para tantos que aborden la película por su vertiente radicalmente histórica.
La canción de los nombres olvidados llega a las pantallas españolas el 13 de marzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario