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miércoles, 13 de agosto de 2014

CHUPASANGRES CLÁSICO

No ayer Monigotorium no se fue de vacaciones...por problemas técnicos ayer no pudimos pero hoy por fin llega la única, la incomparable (gritos inenerrables) Vampyr (1932), de Dreyer, La bruja vampiro para sus amigos.
Inicialmente muda (aunque existen versiones con fragmentos doblados) la cinta nos sumerge en un deliciosa historia de terror, un mundo irreal, onírico, en el que los vampiros son una amenaza tanto para el cuerpo como para el alma, unas criaturas entre mundos que hacen del reino de los vivos su patio de recreo y cuya amenaza es casi imposible de evitar. Estamos más que acostumbrados al cine de vampiros pero este, de esquiva imagen,  juega en la misma división que Nosferatu, y consigue helarnos la sangre en las venas. Y para ello se vale de un maravilloso uso de las imágenes, particularmente del uso de las sombras, que nos sacan del tiempo y del espacio, con personajes que parecen haber salido casi de un cuadro de Brueghel y seres que parecen moverse al revés, que se bifurcan y mueven entre la realidad y el sueño con la naturalidad que solo podríamos encontrar en un cuento de Poe o Hoffmann. Si bien la historia es sencilla su apartado visual y escenas tan inquietantes como la visita nocturna que deja un paquete al protagonista la convierten en algo inovidable. Poco se puede decir más de los clásicos y este es uno con mayúsculas.
Lo dicho, un clásico. Hay que verla: sí o sí...


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