Puede que nunca sepamos si el meteorito de marras fue el único causante de la desaparición de los grandes saurios pero sí es seguro que no existe ni existirá suficiente vergüenza ajena para acabar con los cutresaurios.
Muñecos de plástico, maquetas mal montadas, dibujos a rotulador y los más diversos efectos especiales de baratillo, sin renunciar al uso descarado de escenas enteras (habría que cambiar el título de " El planeta de los dinosaurios" por el de "Material para collage") han demostrado durante los 5 días que ha durado la Cutrecon XI que el género de los dinosaurios hecho con más voluntad que medios está lejos de extinguirse.
El festival de este año ha supuesto, sin renunciar a sus señas de identidad, una pequeña revolución hasta el momento tras ese formato abreviado que se vió obligado a adoptar el pasado año a causa de la pandemia.
Por una parte una de sus nuevas sedes, la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid ha dado alas a la vertiente didáctica de la Cutrecon con la proyección de documentales que, en la linea de las añoradas sesiones de documentrash de otros años, consiguen instruir deleitando (porque la información no riñe con el humor) como el muy recomendable "Mi querido Monster", en torno a la creación de la película maldita "Los resucitados" y que supone un curioso acercamiento al universo del fantaterror, o de auténticos clásicos como "La matanza caníbal de los garrulos lisérgicos". Pero tampoco faltó, en la linea a la que ya estamos acostumbrados, la proyección de cintas en las que, literalmente, no se salva ni la Crawford ("Trog"). Pero su plato fuerte tuvo lugar la última jornada con la proyección de "2019. Tras la caida de Nueva York" con la presencia de su director Sergio Martino, flamante ganador este año del premio Applehead Team Sah-di-a, que tras el visionado de esta cinta apocalíptica (que se complementaria con la de "Destroyer. Brazo de acero" el domingo) contestó a las preguntas de los asistentes sobre un cine que ha hecho disfrutar a varias generaciones.
Pero sin duda la gran novedad de este año es el tan pedido premio del público, al que optaron cinco películas, incluyendo la estadounidense "Crabs!", que a pesar de ser de las más esperadas gracias a su simpático y sangriento tráiler decepcionó más de lo esperado con su cocktail entre gremlins y Kaijus pero sin salsa. El resto se debatió igualadisima hasta el final, pero frente a "Balas de venganza" (que alguno definió como el "The room"español, y la verdad 'derrumbe' es), "LJ detective" (a cuyo estreno acudió gran parte del equipo con una indumentaria digna de alfombra roja) y "¡Maldición! he vuelto a cambiar"(cine de superhéroes peluchófilo que nos dejó una de las sesiones más rocambolescas y catárquicas del festival. Una cinta que hay que ver para creer que para muchos erigió a Gallardo, su director, como ganador moral) resultó vencedora "Jostissi de Carrero", la alocada propuesta de acción mallorquina con un elenco de villanos envidiable y una oscura obsesión por los chetos. El trofeo fue recogido en loor de multitudes por parte de sus creadores de la mano de JD Shapiro, guionista de "Campo de batalla: la tierra" que pudimos 'disfrutar' el año pasado en la décima Cutrecon.
Pero no solo de novedades ha vivido el festival. También ha sido un año de reencuentros. Además de viejos conocidos de la casa como los ninjas ("New York ninja", recuperada cuatro décadas después en un auténtico ejercicio de arqueología cinematográfica) o el tándem Godzilla-Kong con su curioso caso de apropiación cultural, por llamarlo de modo fino, volvió a habitar entre nosotros el cine turco con la recuperación del "Star wars turco" en 2K (si, el chiste viene de fábrica) y sobre todo de la inenarrable "Death Warrior", un viaje alucinógeno disfrazado de thriller que nos deja una de las escenas con batracio más incomprensibles de la historia del cine y que demanda lenta digestión. Sin olvidar el sitio de honor para el cine de Wakaliwood, el cine de acción de Uganda, que regresó 5 años después no solo con una película, "Bad black", sino con un documental, "Once upon a time in Uganda" que nos cuenta toda la odisea del neoyorquino Alan Hoffmanis para conocer a ese hombre del Renacimiento que es Isaac Nabwana, y el camino que vino después para crear toda una pequeña industria del cine de acción con un mínimo de medios. Hoffmanis además recogería el premio Jess Franco otorgado a Isaac Nabwana, a la par que el director contestó toda una batería de preguntas de los aficionados desde su casa en Uganda, y que queda como uno de los momentos más míticos de la historia del festival.
En la Cutrecon XI (Cutreconchi para los amigos) ha habido de todo. Cintas infantiles destinadas a llenar las pesadillas de los infantes ("Mi amigo Godzilla" y su Pancho versión 5.0 que más bien sería 0.5), lagartijas chillonas y escatológicas ("Magic lizard", que en medio de una odisea casi infantil nos dejó una de las escenas más repugantes de las ya XI cutrecones. Veánla por su cuenta y riesgo) y hasta pelis buenas como esa deliciosa locura de principios muy cuestionables que es la india "Krack". ¡Y Kaijus!. Siempre querremos más Kaijus aunque, como pudimos comprobar se hagan con un globo y dos cachos de plástico. Por no faltar no faltaron ni los "Powers rangers" para destrozar nostalgias infantiles. Cinco días de pura diversión pero cuya oferta cinematográfica jamás debería de verse solo o al menos nunca verse desde un piso superior a un primero por si los instintos suicidas acaban haciendo mella en el espectador. Y para rematar el mejor anuncio posible: el año que viene ¡superhéroes!. Creerás que una película se puede estrellar.
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