¿Puede una película partir de la historia de un grupo de amigos que decide experimentar las consecuencias de estar borracho todo el día (horas de trabajo incluidas) no ser una comedia americana chusca? Puede, y no solo eso sino que Otra ronda, candidata y ganadora de numerosos premios internacionales, es obra de Thomas Vinterberg, uno de los padres del Dogma 95.
Protagonizado por un cuarteto de profesores en plena crisis de los 40 que encuentran en este llamativo experimento psicológico una ventana de aire fresco en medio de unas vidas y carreras rutinarias, es una película que sabe crear complicidad tanto entre sus personajes como con el espectador. Una historia que sabe bailar entre géneros, desde la comedia más loca ( impagable aquel momento en el que, con una buena merluza, deciden ir al puerto a intentar pescar el bacalao que les ha encargado la mujer de uno de ellos) al drama, pasando incluso por la crítica política (el montaje sobre como el alcohol afecta a las relaciones internacionales y políticas).
El buen ritmo de su trama, que evoluciona poco a poco de los tanteos con la petaca al auténtico festival con las bebidas espirituosas y la naturalidad de sus actores, incluso cuando más desatados están (ahí está el numerazo musical que se marca Madds Mikkelsen en los últimos minutos) hacen de esta una película que sabe hacer de un elemento tan cotidiano como el alcohol un auténtico catalizador de las emociones humanas, de la alegría a la tristeza, sacando a la luz los deseos más íntimos de sus consumidores para bien y para mal.
Propuesta controvertida que sabe salir airosa cuando sería fácil caer en una crítica furibunda, no optará por el blanco o por el negro, sino que se decantará por un atrayente gris. Otra ronda da para jugoso debate, y no bajo un envoltorio sesudo, sino demostrando ser una película tan entretenida como vitalista.
Otra ronda llega a las pantallas españolas el 9 de abril.
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