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viernes, 7 de agosto de 2020

DEL CONEJO



En tiempos de pandemia al ser humano, además de sustento y seguridad, el cuerpo le pide algo más: evasión.  La caza (The Hunt) pertenece a esta liga, a poco que uno conecté con el negrísimo sentido del humor que destila.
Resulta fácil decir que no hay que quedarse en el envoltorio. Bajo explosiones, hemoglobina y vísceras varias de esta nueva revisión de El malvado Zaroff (1932) subyace una hiriente sátira social sobre los prejuicios, el poder de las redes y los límites de la corrección política, con unos diálogos que saben poner el dedo en la llaga. 
Pero en una dimensión afín a la taquillera saga The purgue lo que sobresale es un sentido de la violencia que genera una continua suspensión de incredulidad, desde unos primeros minutos en los que entra rápidamente en harina mientras juega al espectador al despiste un buen rato, mientras manipula nuestra concepción de la final giro típica a la par que va exterminando a unos personajes con los que resulta casi imposible empatizar.
Así, en medio de loquísimos giros de guión, algunos más sorprendentes que otros, y las oleadas de una auténtica batalla campal que desembocará en una pelea que a más de uno le recordará (con peros) a la que abría el primer volumen de Kill Bill) nos encontramos con una película menos trascendental de lo que pretende en contados momentos pero rabiosamente entretenida. El tipo de película que querríamos disfrutar en un festival de cine fantástico de madrugada, con su dosis de empoderamiento femenino y conciencia social, pero sobre todo con altas dosis de mala leche.
Pura comedia negra con salpicaduras de gore La caza no es la película que salvará la taquilla en un año complicado, por llamarlo de una manera suave. Pero si la película que ayudará a muchos a disfrutar de hora y media de sangrienta desconexión.

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