Hay películas que tienen comienzos de antología. Cintas cuyos primeros minutos podrían ser una minipelicula en sí mismas, y no necesitar más. Rojo es una de ellas. Unos momentos iniciales que nos llevan a los terrenos de la muy recomendable Relatos salvajes y que consiguen sorprendernos con su negrísimo sentido del humor. Si esta espectacular entrada se relaciona con el desarrollo posterior o es una original forma de presentar a su protagonista tendrá que descubrirlo el espectador por sí mismo.
Ácida reflexión sobre los instintos más bajos del ser humano coqueteando con la crítica a los nacionalismos la película se disfraza de cinta de suspense para contarnos una historia de corrupción moral poblada por personajes tan ambiciosos como surrealistas.
Curiosamente también nos encontramos ante una cinta cuidadosamente en 1975 (impagable el anuncio de caramelos) que formalmente se mueve en más de una ocasión en terrenos paralelos al giallo, con escenas tan hermosas como la del eclipse, con una fotografía en ocasiones saturadísima ( ese rojo del título) y una sordidez que en alguna escena parece lidiar con los mundos de los Coen o incluso Lynch.
Rojo no es una película fácil. Sí es una película que sorprende. Una cinta con mucho sentido del humor en su vertiente más oscura y una historia que, tras su llamativa introducción, tarda en arrancar, pero que consigue intrigar al espectador hasta un desenlace quizás menos catárquico de lo esperado, pudiendo hacer incluso que nos replanteamos si el resto del metraje está a la altura de sus primeros minutos. Una historia que gana más tras apreciar el conjunto de su visionado, haciendo que una gota de sudor frío pueda asaltarnos al comprobar como el abismo nunca deja de mirarnos.
Rojo llega a los cines el 2 de agosto.
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