Hace un añito, más o menos, hablábamos por estos lares de un particular y grato restreno, el de El mundo sigue, una oscura y desarmane película maldita que, tras un estrno fugaz décadas antes, volvía a los cines con la cara lavada para sorprender a propios y extraños. Sin ser una costumbre (todavía) este año vuelve otra película de Fernando Fernan Gómez que, sin ser tan oscura, no tuvo una gran distribución en el momento de su estreno, hace 40 años, y que por aciagas casulidades de la vida, llega como inesperado homenaje a su protagonista, fallecida esta semana. hablo de Emma Cohen y de la película ¡Bruja, más que bruja!
Juan deja su pueblo para ir a la mili y justo antes de marcharse le pide a su novia, Mariana, que le espere. Pero a su vuelta Mariana se ha convertido en su tía tras casarse con Justino, tío de Juan y rico terrateniente. Sin embargo ella sigue enamorada de Juan y para colmo su marido solo puede pensar en que Mariana le de un hijo, sin importarle si para ello le ayuda Dios, mediante unas aguas milagrosas, o el diablo, a través de una hechicera del pueblo. Pero esta misterioss mjer simepre se ofrece al mejor postor y se muestra dispuesta a ayudar a los jóvenes amantes, de tal modo que Mariana finalmente queda embarazada...de Juan, poniéndolos a todos en una encrucijada.
Curiosa agrozarzuela u opereta rural ¡Bruja, más que bruja! es una ácida comedia poco ejemplarizante pródiga en números musicales que nos cuenta una historia que conocemos bien, la de un particular triángulo amoroso en la que dos jóvenes enamorados buscan el modo de hacer que triunfe su amor frente a un matrimonio infeliz.
Tremendamente surrealista, con unas continuas rupturas de la cuarta pared que van desde su arranque (el cartel que invita a que el espctador ni se sienta identificado ni imite las acciones de sus protagonistas) hasta su mismísimo desenlace (la despedida de la orquesta) la cinta hace una divetida reflexión sobre los asuntos de honor sin renunciar a los elementos que le granjea su ambientación rural, desde los animales propios de la granja (el "coro" de gallinas, las incitantes escaramuzas nocturans de los burros) hasta sus rincones más típicos (la plaza del pueblo, fuente incluida, que da hasta para un número coral), pero usando el inesperado formato del musical.
Así en medio de un buen puñado de escenas propias de la comedia con algún ribetito "S" (mucha escena picante y un únidco desnudo) en las que no faltan ni los gags visuales (la caída del hombre con muletas que se obstina en copiar los pasos de baile de los demás...) ni algún chiste inesperado (el rostro del hijo de Mariana...que no deja lugar a dudas de quien es su padre...dejemos que el público lo descubra...y por suuesto la escena del "descasamiento") nos encontramos un buen número de canciones de lírica interpretación en los que los personajes manisfiestan desde su tristeza (el dolor cuando la protagonista, ya casada con Justino, ve regresar a su antiguo amante) a la alegría (con buenas dosis de humor negro, como en la canción sobre que harán si el tío finalemnte muere), y que por su composición no desentonarían en alguna zrzuela, sin faltar las interpretaciones de gruo ni los números coreografiados.
Pero si hay algo que da coherencia a una fórmula tan arriesgada como esta son su magnífico elenco de actores, tanto protagonistas como unos secundarios que se convierten en auténticos robaescenas com Rufa, la ultrareligiosa y prácticamente omnipresente criada amante de la formalidad y el látigo, o la bruja que da título a la cinta, una Mary Santpere capaz de dar carpetazo a la trama con todo un antideus ex machina.
¡Bruja, más que bruja! es una comedia atípica, una auténtica locura que dota a una historia común de un inenarrable envoltorio de esos que mueven más a la carcajada que a la leve sonrisita, y que demuestran que hay un buen puñado de obras casi desconocidas dispuestas a enseñarnos la otr cara del cine español.
Tsn delirante como divertida, una auténtica rareza a descubrir ¡Bruja, más que bruja! regresa a las salas de cine el 15 de julio.
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