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viernes, 29 de junio de 2018

DE REPENTE ESTE VERANO

El cómico es, por naturaleza, un animal cinematográfico. No, para nada va el término con segundas, ni me sumerjo en las raíces de la palabra...desde hace décadas aquel o aquella que triunfa en la pequeña pantalla encuentra el camino para para pasar a la grande. Leo Harlem, un habitual del club de la comedia y similares al que ya habíamos visto en películas como Villaviciosa de al lado y alguna de la saga Torrente (no me pregunten el número por favor...ya empiezo a liarme) pero que se convierte por primera vez en protagonista con mayúsculas en El mejor verano de mi vida.
Puro producto para el verano la comedia nos regala el tipo de humor al que nos tiene ya acostumbrados Leo Harlem un poquito más suavizado, eso sí, al no esconder que se trata de una comedia puramente familiar, lejana a ese tono más ácido de la anterior película de su director Dani de la orden (El pregón) y al carácter surrealista de otros éxitos recientes como Los del túnel, para contarnos la odisea de un padre pícaro con buena-mala suerte que tiene que hacer frente a la promesa a su hijo de darle las mejores vacaciones de su vida. Harlem no se aleja apenas de un personaje que ya nos resulta familiar, del mismo modo que tampoco lo hacen el puñado de viejos conocidos que lo secundan (con cameos de nombres como Arturo Valls, Berto Romero o Silvia Abril), y consigue resultar simpático, aun encarnando a un protagonista que no habría desentonado en una cinta rodada hace treinta años (detalles como ese besazo final con pierna hacia arriba los dejamos para otro día), especialmente para ese espectador que acude al cine para reir con un tipo de humor que ya conoce y que, hay que reconocer, no carece en absoluto de seguidores, y que encuentra la excusa ideal para disfrutar de él acompañado de familiares más jóvenes.
Con una sintonía que nos remite a otras road movies de verano con niño (aunque no se engañen, esto ni es El verano de Kikujiro ni Joe Hisaishi está tras su banda sonora), incluso en su introducción y desenlace con tono de cuento, lo mejor de la película es su brevedad y buen ritmo. El mejor verano de mi vida sabe ligar réplicas y situaciones con agilidad, llevando a sus protagonistas de una provincia a otra a fuerza de pura casualidad y algo (o más bien bastante) de jeta, enfrentados a un entorno que les resulta ajeno (el gag del "paleto" en fiestas de sociedad no ha perdido vigencia, aunque aqui se suma el mundo de las nuevas terapias de vida sana y similar)  hilando una trama que, quizás por su falta de pretensiones (no encotraremos toda una carga de crítica social a pesar de la lucha de la esposa de Harlem por defender su empleo, ni de la situación de muchos pueblos españoles cuya población envejecida hace que poco a poco queden abandonados...y eso que había un buen poso para hacerlo), nos resulta menos forzosa de lo que pueda parecer a simple vista.
En definitiva una película sencilla, sin alardes ni argumentales ni visuales, con el único objetivo de hacernos reir a poco que se conecte con un humor con mal café pero relativamente blanco (por no faltar no faltan ni los chistes de tacaños...y por favor, no se pierdan las tomas falsas), y que por ello resulta tremendamente adecuada, y no solo por ambientación, que también ayuda, para estrenarse en verano, con ese calor que hace que el cine con un aire acondicioado con categoría Polo Sur se convierta en el mejor de los refugios, y películas como este mejor verano en el mejor de los aliados.


 El mejor verano de mi vida llega a los cines el 13 de julio.

martes, 26 de junio de 2018

ARENAS BLANCUZCAS

Amores eternos, lujuriosos, contra viento y marea, ante adversidades, guerras y hasta hundimientos de barco...pues bien, En la playa de Chesil es una película que juega en otra liga, una atípica historia de amor de dos jóvenes recién casados que parece escapada de otra época.
Adaptación de Chesil Beach, novela de Ian McEwan (autor que sonará a los cinéfilos por Expiación, cuya versión cinematográfica también contaba curiosamente entre sus protagonistas con Saoirse Ronan) En la playa de Chesil es una película con un comienzo de puro cuento de hadas, de esos llenos de sueños por cumplir, y cuyos protagonistas se enamoran a primera vista en un momento de pura felicidad. Pero la cinta no es de esas que hablan de las meras preocupaciones del día a día para una joven pareja. Sí, por supuesto están ahí las relaciones familiares (incluyendo unos estirados progenitores por parte de ella y una madre con daños cerebrales en el caso de él), el enfrentarse a los cambios, las dudas...pero esta película, que nos regala decenas de escenas tiernas a las que ya nos tiene acostumbrados el cine más pasteloso no se queda ahí, sino que nos regala un giro en la segunda parte de su trama que va a demoler todo lo que hemos visto desde su comienzo, y en la que esa playa de Chesil, mucho menos bucólica de lo que sugiere su nombre con sus rudas piedrecillas en las que se hunden los pies y sus cielos de tormenta, se va a convertir en el incómodo escenario de una noche (o más bien tarde) de bodas que va a acabar de manera muy distinta a como pretenden sus protagonistas.
Una elegante puesta en escena, que sabe jugar con la delicadeza del color (espectacular el partido que saca al sencillo vestido azul de su protagonista) y lidiar con el contraste entre el equilibrio del principio y el caos tras la revelación que transformará completamente la trama ( y que nos arrastra una década primero y tres más a continuación para añadir nuevas revelaciones), y un buen juego con la inteligentemente seleccionada banda sonora consiguen dotar la cinta de un más que eficaz envoltorio para su particular juego amoroso.
Pero sin duda uno de los elementos más destacables es la buena labor de su pareja protagonista, un dúo que sabe transmitir química aún cuando el personaje de Flo, encarnada por Ronan, consigue robarle por su intensidad protagonismo a su partenaire.
En definitiva una historia de amor que sabe nacer del tópico para poder huir de él con estilo, a pesar de un epílogo ambientado en 2007 quizás más prescindible (y no diré más), y que consigue hacer de ella un recuerdo más perdurable para el espectador que otros romances de arranque más dramático.

En la playa de Chesil llega a las pantallas españolas el 29 de junio.

sábado, 23 de junio de 2018

DIBUJANTES SOBRE RUEDAS

Gus Van Sant. Tres simples palabras, tal vez le suenen, y más cuando a este nombre, el popular director de Elephant, El indomable Will Hunting o Todo por un sueño se le dedica en la céntrica casa encendida de Madrid se le dedica la exposición Gus Van Sant, en la que podemos encontrar desde croquis y diseños de sus obras hasta retratos en diversos formatos pasando por la interesante comparativa entre su Psicosis y la original de Hitchcock, así como un ciclo dedicado al cineasta en la Filmoteca Española Cine Doré.
Pero para redondear el verano no podía faltar el estreno de la última película del director, No te preocupes, no llegará lejos a pie, basada en la historia real de dibujante estadounidense John Callahan, que quedó cuadraplégico a los 21 años pero que tras el accidente que le condenó a una silla de ruedas desarrolló una fructífera carrera como humorista gráfico.
No te preocupes, no llegará lejos a pie es una película que se mueve en dos niveles. Por un lado las circustancias que derivaron en el choque automovilístico que cambiaría la vida del protagonista para siempre así como la lenta y dolorosa recuperación. Por otro lado como su decisión de abandonar la bebida (a pesar de que en el momento del accidente no era él quien conducía y el conductor del vehículo salió prácticamente ileso) a través de un grupo de ayuda consigue darle un nuevo y esperanzador giro a su existencia.
El resultado es una película cruda pero vitalista. Van Sant no se regodea en los momentos más crueles (del accidente apenas sí vemos una imagen), aunque no renuncia a los más realistas y, en cierto modo, necesarios (los instrumentos de rehabilitación, la higiene o las relaiones sexuales), y consigue presentarnos una realidad aterradora que llega a trastornar la percepción del individuo (la visión de la madre o de los gimnastas) pero de la que su protagonista puede salvarse gracias a la ayuda de los demás y una voluntad más fuerte de lo que parece en un primer momento, algo que nos recuerda a otras cintas de la trayectoria de su director como El indomable Will Hunting. Y por supuesto su descubierta habilidad artística, de un humor no siempre cómodo para sus lectores y que aquí aparece en forma de unas sencillas pero divertidísimas animaciones (ojo, no del gusto de todos los paladores, como sucede en el caso de la obra original) que se funden con las vivencias del protagonista constituyendo una de los pilares así como de las partes más memotables de la película.
La cinta supone una historia simple pero que no es simple de contar, una historia que sabe atraparnos gracias a un inmenso Joaquin Phoenix que se come literalmente la escena con una interpretación terriblemente física (los momentos más cotidianos como aquellos en que intenta beber de una botella son sencillamente indescriptibles) y llena de matices, que consigue brillar tanto en los momentos más dramáticos como en los más cómicos, flanqueado por un grupo de secundarios en pleno estado de gracia como un casi irreconocible Jonah Hill, que consiguen conquistarnos con las pequeñas vivencias y anécdotas de sus personajes, aun sin conseguir en ningún momento restar peso a un Phoenix que nos da (aunque es un poquito pronto) un trabajo de esos que ya huelen a Óscar.
No es la primera vez que el cine nos acerca a la historia real de dibujantes lejos del circuito tradicional como la muy recomendable American splendor, pero sí quizás una de las aproximaciones más extremas al mundo del cómic, en forma de un autor poco conocido por estos lares. Una película que gustará a los fans del noveno arte, pero sobre todo a aquellos amantes de las historias tan humanas como esta que presenta esta cinta que debe su título a una de los más irreverentes y conocidos gags de John Callahan.

 La exposición Gus Van Sant puede visitarse gratuitamente en la Casa Encendida de Madrid hasta el 16 de septiembre y No te preocupes, no llegará lejos a pie llega a los cines españoles el 6 de julio.

jueves, 21 de junio de 2018

BÁRBARO MÉXICO

Hay películas que llevan la palabra secuela escrita en la cara desde su estreno. Otras como Sicario no se ajustan a esta funda. Fábula desencarnada y cruel sobre lucha contra los cárteles para mí siempre ha supuesto la más convencional de las obras de su director, Denis Villeneuve ( que tal vez les suene tras su controvertido paso por la ya saga Blade Runner), aún siendo una potente cinta de acción con más de un giro interesante. Y ahora, tres añitos después nos llega Sicario. El día del soldado, una película que tras unos primeros minutos impactantes (aunque, hay que reconocer, no tanto como los de la cinta original) y que parecen introducir un nuevo e inesperado elemento en la ecuación (y que aquí no revelaremos) nos devuelve a la cruda lucha con el crimen entre Méjico y EE.UU, recuperando a los personajes de Benicio del Toro y Josh Brolin.
 Stefano Sollima, un viejo conocido del cine de corte criminal (y la televisión, como la popular serie Gomorra), se pone tras la cámara para contarnos un cruel cuento lleno de mentiras, ambientado en un universo sucio en el que casi podemos respirar el polvo, y en el que cada personaje es prácticamente una fuerza de la naturaleza, desde los duros soldados americanos (Brolin y Del toro, sencillamente magníficos como tipos duros hasta el extremo) hasta la hija de un jefe de los cárteles que a pesar de su juventud es toda una furia con zapatos de colegiala (una actriz que supone una interesante revelación que no hay que perder de vista y que, para sorpresa de los que disfruten de su actuación en este film el próximo año encarnará a Dora la exploradora en la anunciada película de imagen real...), interpretados por unos actores que son, simplemente lo mejor de una cinta en cuyo guión podemos encontrar algún giro quizás demasiado fantástico (léase personajes que sobreviven a heridas incompatibles con la vida o llamativos elementos que a la primera de cambio caen en saco roto) pero que aporta el interesante matiz de introducir en su trama a las nuevas generaciones, personificadas tanto en la hija del (permítanme el término) capo como en el estadounidense de primera generación que, por amor al dinero, se ve inmerso en un universo criminal que le queda grande
Así este nuevo Sicario se mueve en terrenos (y no me refiero solo a los geográficos) muy cercanos a la original. Inevitable como es compararla con su predecesora nos encontramos ante un trabajo no tan cuidado en su apartado visual (auqnue sí encontramos una vieja conocida banda sonora y un especial cuidado en el uso de los silencios) pero que sabe mantener el tipo con eficacia, con unas escenas de acción ricas en realismo sucio y una historia con buen ritmo, espedialmente en su primera mitad que, siendo un poco más convencional que la primera (o será que ya estamos curados de espantos) sabe engancharnos con sus juegos a doble banda y unos personajes cuyo pasado (y ya de paso, y una vez visto el desenlace, futuro) nos gustaría conocer, dejando la puerta muy abierta (y más teniendo en cuenta esa tendencia a hacer trilogías...no, no señalamos a nadie...ejem) a una hipotética tercera parte, algo que con este resultado promete. Y mucho
Sicario. El día del soldado llega a las pantallas españolas el 29 de junio

martes, 5 de junio de 2018

REGRESO AL PASADO

Tras la plaga de "los jueves son los nuevos viernes" y "el kale es el nuevo brócoli" alguien, no recuerdo exactamente quien, soltó que el nuevo algo de algo generalmente es el nuevo nada de nada.
En el caso de Los 50 son los nuevos 30 nos encontramos simplemente ante un nuevo ejemplo de traducción creativa (el título original es simplemente Marie-Francine, el nombre de su protagonista) y, vista la película, la expresión se queda corta en una película que regala algún gag tan acertado como aquel en el que la madre consuela a su hija de ya 50 añazos, y que por vaivenes del destino se ve obligada a retornar a casa de sus progenitores, con una merienda con no uno, sino dos, huevos kinder.
Los 50 son los nuevos 30 es simplemente una comedia romántica con elementos de enredo bajo la que se oculta (aunque tal vez no sea el término adecuado, ya que encarna además el rol principal) Valérie Lemercier en la triple labor de directora, guionista y actriz, al igual que sus tres anteriores películas (Voy a ser mamá, Palacio real y Quadrille). Una cinta con una premisa que ya nos resulta sospechosamente familiar (como sucede con la también francesa Vuelta a casa de mi madre) pero que gana enteros gracias a una protagonista que sabe ganarse las simpatías del espectador (ese volver a ser una niña ante unos padres más disfuncionales de lo que parecen a primera vista...de traca el look del padre para centrarse en su labor de escritor que no desentonaría hace un siglo y pico...)  y a alguna escena cercana al slaptick que arranca sus carcajadas (los motivos que hacen que Marie-Francine se enganche al tabaco...algo muy poco recomendable si regentas un negocio de cigarrillos electrónicos).
Un guión que sin ser innovador consigue ser simpático...de esos que aunque ya hayamos visto unas cuantas no nos resta las ganas de ver unas cuantas más, en esa escuela no clasificada de maduritas que se enfrentan a los vaivenes amorosos de su pareja de toda la vida para redescubrirse a sí mismas (ahí está la todavía reciente Bailando la vida) aunque no todos sus elementos gocen de igual fortuna, incluso dentro del surrealismo que pide la historia para no verse abocada al reino del melodrama (Podemos encontrar incluso alguna escena tan innecesaria como rancia como aquella en la que el exmarido de la protagonista adopta un disfraz, que aquí no revelaré, para darle una sorpresa...mejor haber seguido la escuela carnavalesca de Toni Erdmann).
Sí encontramos en el resultado algún hallazgo como una ligera sátira de la burguesía acomodada (esa madre adipta a la compra vía internet), la creativa selección de su banda sonora, con un buen número de canciones en portugués (Lengua materna del nuevo interés romántico de Marie-Francine) y alguna sorpresa como la versión francesa de un popular éxito de Julio Iglesias, o el saber restar pronto protagonismo a algún personaje que resulta particularmente cargante, pero ello no encumbra una cinta que, sin embargo resulta entretenida sin peros y que incluso nos deja con ganas de saber que sucede con nuestra heroina, que ha visto dar una vuelta de 180 grados a sus existencia, tras el fin de sus títulos de crédito.
Los 50 son los nuevos 30 llega a las pantallas españolas el 15 de junio.