¡Cuidado con las navidades! Sí, cada vez falta menos para experimentar esa extraña sensación que a muchos les recorre la espalda al pensar en esos reencuentros con familiares desconocidos o ya directamente, que no querrían ver ni en pintura y a cuyo encuentro tienen que correr en estas felices fiestas...placeres y falsos placebos como regalos o morapio del bueno son una ayuda más que necesaria, y por supuesto aquí entra por la puerta grande la televisión. Sí, esa amiga con su gran ojo que en muchas ocasiones nos ayuda a pensar en otra cosa mientras sale el artista de moda o si no, al menos de hablar de algo que no sea las consultas médicas de la tía Eduvigis (que por cierto acabará enterrándonos a todos). El plato fuerte: el especial de fin de año. A esos héroes, hundidos entre la locura y la rutina que hacen esto posible está dedicada la película de la que hablamos hoy, hoy toca Mi gran noche.
En plena grabación del especial de nochevieja un desgraciado accidente con una grúa manda a uno de los figurantes del púlico al hospital. Su sustituto, José, se encontrará al llegar con un caos absoluto tanto fuera, donde centenares de trabajadores se enfrentan a la policía poe un gran número de despidos en la cadena, como dentro del plató, en el que entre forzadas risas y aplausos hay lugar para los odios tanto entre la pareja de presentadores como entre las estrellas, el clásico Alphonso y es nuevo artista latino Adanne. Y solo es el comienzo de una gran noche que ya lleva rodándose una semana y que tampoco tiene pinta de termiar muy pronto.
Caótica y surrealista comedia coral Mi gran noche es una película que nos arrastra nuevaente a un terreno que no es desconocido para su director, el de la televisión navideña (ahi están los del profesor Cavan pero poe supuesto el del arranque de Muertos de risa) para contarnos una historia sobre los odios y las envidias humanos en medio de un entorno en el que, al menos externamente, todo es felicidad y diversión, mostrando toda la roña e inmundicia que se ocultan bajo una mesa ricamente engalanada.
Con un comienzo que prefigura todo lo que vamos a ver a continuación en un entorno casi apocalíptico del que es prácticamente imposible escapar (no porque sobrenaturalmente sea imposible com en El ángel exterminador ni porque fuera reine la peste como en El decamerón, sino porque si salen temen que los piquetes no les dejen terminar su trabajo), y en el que la gente se entrega a todos los vicios posibles (desde los más que cariñosos besos de celebración al mercado negro de botellas, ya que el alcohol, al igual que la comida, es de mentira) intentando que su cordura sobreviva en medio de una locura para ganar una miseria.
Mi gran noche nos muestra un lugar irreal en el que reinan con una fortísima dosis de humor negro los siete pecados capitales (el avaricioso director de cadena capaza de todo, el lujurioso cantante que escucha más a sus bajos instintos que a ese cabroncete pepito grillo que es su representante...) pero entre los que sin duda destacan la ira, que da para esos sangrientos golpes de efecto a los que ya nos tiene acostumbrados su director, y por supuesto la envidia, que nos deja algunos de los mejores momentos de la cinta, como sucede con la trama de la rivalidad entre Alphonso, un Raphael cuya entrada tiene como referente al propio Darth Vader, y un más que empanao Adanne, una relación casi de culebrón de tarde pero que da para mucho..
Con gran dosis de bilis, un buen ritmo (aunque hay subtramas que funcionen mejor que otras siempre aparece un secundario robaescenas que sabe salvar la escena, como la inmensa Terele Pávez, que al igual que en Las brujas de Zugarramurdi se reserava algunos de los mejores diálogos de la cinta), referencias cinematográficas en plan chungo (ese intento de asesinato que no deja de remitirnos a toda la serie de magnicidios en la ópera) y mucho, pero que mucho humor en continua loa a lo absurdo, Mi gran noche es toda una vorágine que no agradará a todos los paladares, pero que sabe arrastrarnos en toda una negrísima espiral que nos devuelve algunos momentos del mejor Álex de la Iglesia.
Locura con mayúsculas, en la que por no faltar no falta ni una jirafa, una comedia que sabe aunar ayer y hoy con total impunidad y algún momento de antología.
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