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miércoles, 17 de junio de 2015

CUANDO LOS DINOS ATACAN

Justo ayer hablábamos de Cutresaurios, fragasaurios, dinoporno y otras lindezas de las que ha dado de sí la que podríamos denominar dinoxplotation. Pero por supuesto a este tipo de manifestaciones siempre se opone un lado luminoso, adornado por el oropel de Hollywood y con la pátina reluciente de los efectos especiales caros y actores cuyo nombre incluso te suenan. 
Sin embargo hace ya 22 añitos un buen puñado de frikis en estado larvario aguardamos durante todo un verano y con una ilusión nada contenida la que iba a erigirse como uno de los grandes hitos generacionales de aquella época, Parque Jurásico (o Jurassic Park, pero ojo, pronunciando la j como jota, así a lo bruto) y todo era...distinto. Hasta tres veces intentamos mi madre y yo conseguir una enrada, ya que los cines se llenaban en un estornudo, pero todos los minutos de espera y todas las colas del mundo valieron ola pena. 
Sin embargo hoy las cosas han cambiado mucho...los estrenos llegan de sopetón, casi a la vez que en EE.UU., no es nada difícil conseguir entrada y hasta el blockbaster más esperado es de consumo y excreción rápida...y tras esa olvidable Jurassic world III en la que el spinosaurus de marras se paseaba al compás de un politono de móvil al fin llega la cuarta, y con un nombre nuevo que ya nos predispone a ver algo mucho, pero que mucho más grande. Hoy hablamos de Jurassic World.
Jurassic World, un inmenso zoo de dinosaurios, lleva años abierto con gran éxito. Todo funciona excelentemente e incluso el ejército se muestra interesado en usar sus animales, una vez se ha demostrado que hasta los temibles velocirraptores pueden de algún modo ser controlados. Sin embargo los inversores exigen mayores beneficios y el equipo del parque ha puesto todas sus esperanzas en un nuevo ser, el Indominus rex, una inteligente y enorme criatura creada desde cero, Sin embargo, antes de que pueda ser mostrado al público, el dinosaurio escapa matando a cualquier congénere que encuentra a su paso y arrasando todo lo que encuentra. Será el momento de evacuar y  tomar medidas extremas.
Desde sus primeros minutos Jurassic World quiere demostrarnos que todo es mucho más grande y temible en esta cuarta entrega. Si bien en las retinas de todos los espectadores ha quedado esa adorable cría de velocirraptor que nacía ante los asombrados ojos de Grant y compañía, aquí la película se abre con unos seres que incluso saliendo del huevo ya tienen todas las características de una amenazas en potencia. Si hasta los pájaros (en este caso un cuervo del que en principio solo vemos su pata, que sin ver el resto del animal se nos antoja la de un saurio) dan miedo...
Pero inmediatamente después nos encontramos en un terreno conocido. La cinta inteligentemente vuelve al espíritu de la primera, abandona las islas pobladas por salvajes monstruos y nos conduce nuevamente a la falsa tranquilidad del parque, y no ya un parque en pruebas como en la primera parte sino ya un negocio en pleno funcionamiento y lleno de turistas, con tiendas, espectáculos acuáticos (sin duda una de las más impresionantes y mejores ideas de la cinta, ese mosassurus que deja a cualquier orca en pañales) y cientos de venículos que permiten pasear a todo quisque entre los terribles lagartos.
Así encontramos todos los elementos que adornaban al ya clásico inicio de la saga: unos animales que dejan sin respiración, un persoanaje que sospecha algo va a salir rana, otro que intenta sacar algún provecho de la situación, un incauto jefe que se deja llevar más por el idealismo que por la cabeza y por supuesto un par de niños de esos que abandonarías en una isla desierta, ricos en habilidades y familiares de algún pez gordo del parque y que tienen la mala costumbre de perderse donde no deben. Todos estereotipos que se corresponden con persoanjes que ya conocimos en Parque Jurásico y que aquí ya no nos acompañan (sólo queda la presencia de John Hammond en forma de estatua en uno de los vestíbulos) y que casi nos hacen pensar más en un reboot que en una secuela.
Pero también encontramos novedades, y las mayores son las relativas al personaje de Chris Pratt, carismático y lleno de recursos (la idea de la gasolina en su primer encuentro con la nueva estrella de la función no por no ser muy original deja de ser buena). Por primera vez en la saga se deja de lado a los científicos para dar el protagonismo a un cazador, un exmilitar que casi podría ser una versión trasnochada de Frank de la jungla y que ha establecido una relación casi de hermandad con los velocirraptores ( y de los que se declara macho alpha...algo nos dice que su ego es más grande que el nuevo Indominus Rex), que dará lugar a algunos de los mejores momentos de la película.
Porque una vez la cinta nos ha conducido al terreno ya conocido de la primera parte (Todo lo que podía ir mal va peor) es cuando la película arranca de verdad, con una auténtica ensalada de bichos descontrolados pero a una escala mucho mayor que en todos sus antecedentes. Si bien en entregas anteriores los únicos que atacaban en manada eran los, por otra parte adorables, compis aquí nos encontramos con toda una bandada de pterosaurios con más hambre que cabeza, a los que se une por supuestos el Indominus y toda una manada de velocirraptores de todavía fidelidad dudosa. Un auténtico festival de bichos que encuentran y sacan a rastras al niño que llevamos dentro, que atacan a los humanos, se atacan entre ellos y que dan lugar a escenas tan eficazmente rodadas como el rastreo de los velocirraptores (los únicos capaces de encontrar a un gigantesco Indoinus que esqueiva radares) acompañados de humanos en moto o una persecución que no deja de remitirnos a la del tiranosaurio de Jurassic Park
Y por supuesto una auténtica locura final muy bien resuelta en la que no faltan autohomenajes como el uso de la bengala y que no destriparemos aquí, pero que dejará a muchos con la boca abierta.
Una peli de aventuras fresca, divertida, que nos lleva a conocer a la hermana mayor de esa historia que nos hipnotizó en nuestra infancia y preadolescencia...claro que para los que no cuenten con ese factor nostálgico perderá muchos enteror (en tal caso resten un punto). Auténtica diversión que merece disfrutarse en pantalla grande...y cuando más grande, mejor. No reparen en gastos.
El nuevo juguete de un director que nos demostró que se podía hacer una película sobre viajes en el tiempo en la que el auténtico viaje podía estar sólo en nuestras mentes (Seguridad no garantizada) pero que aquí saca toda la artillería, adornada con una impecable partitura del oscarizado Michael Giacchino en homenaje perpetuo a la de John Williams. Una secuela más que correcta que entusiasmará a grandes y pequeños si se dejan llevar por la magia de las lagartijas hiperdesarrolladas...aunque yo la verdad sigo echando de menos a Jeff Goldblum, y más al Jeff Goldblum del 93...cosas de hormonas.

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