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martes, 9 de julio de 2019

LA RATONERA

"No lo entenderás". Esta frase, pronunciada por la protagonista de Utoya. 22 de julio durante los primeros minutos de la película, en lo que en principio parece una ruptura de la cuarta pared en toda regla (pronto descubriremos que no se trata sino de una conversación telefónica manos libres mediante) es el mejor resumen de esta cinta, una recreación en tiempo real de la matanza perpetrada por un radical de extrema derecha en el campamento de las juventudes del partido laborista noruego, una noticia terrible que todavía más de uno recordamos en unas fechas en las que el telediario se centra más en el estado de las playas y las subidas de temperatura que otra cosa.
Inspirada en testimonios de los supervivientes pero con un guión y personajes ficicios Utoya. 22 de julio nos presenta a Kaja, una joven responsable que en las horas posteriores al estallido de una bomba en los edificios gubernamentales de la capital noruega (y que más tarde se comprobaría estava íntimamente relacionado con los hechos que tendrían lugar a continuación) intenta tranquilizar a su familia así como convencer a su hermana de que sea más respetuosa ante la preocupación del resto de campistas ante el que puede ser un atentado. Pero esta detonación, que podemos ver en imágenes documentales es solo el preámbulo de una pesadilla atroz que se manifiesta de repente en forma del sonido de lo que parecen ser unos disparos de origen desconocido.
La película se revela en una heredera casi formal del found footage, en un plano secuencia cámara al hombro mediante carente de música extradiegética que casi nos hace pensar en cintas también inspiradas en hechos reales pero con una barrera temporal mayor como The sacrament, de Ti West. Un metraje breve, que apenas suma a los 72 minutos reales que duró la matanza la detonación de la bomba en Oslo y una serie de textos que explican el contexto de la historia, llegando así a la hora y media, pero que resulta de una intensidad brutal, con un realismo que consigue transmitir perfectamente la angustia y confusión de unos personajes que en ningún momento llegan a tener claro a qué se enfrentan, queriendo pensar en un primer momento que se trata de un simulacro y dudando incluso si es la propia policía la que está disparándole (algo en lo que al parecer no les faltaba razón, ya que aunque lo más cercano que veamos de su verdugo es una suerte de sombra según los supervivientes este al parecer llegó a la isla disfrazado de agente de la ley). Una sangrienta locura con escasos recovecos para la poesía (ese plano del mosquito posterior a una de las escenas más traumáticas de la película) a la que se enfrentan unos personajes enfrentados a la muerte por primera vez, que parecen en muchos momento casi salidos de un survival de terror más al uso, con una protagonista, preocupada en todo momento por el estado de la hermana de la que se ha separado, que podría acaptarse al estereotipo de final girl en toda regla. Elenco que muestra una gran madurez actoral a pesar de la juventud de unos intérpretes que en su mayoría debutan aquí en la gran pantalla y que a pesar de unos estereotipos no forzados (la aterrorizada que es incapaz de entrar en razón, el que consigue matener el buen humor a pesar de todo...) logran introducirnos plenamente en una historia cuyo argumento ya conocemos (aunque no el destino concreto de sus protagonistas) logra sorprender.
El anuncio proyectado en cines de Utoya. 22 de julio era ya de esos que causan impronta: un campamento, formado por esas tiendas del tipo que cualquiera puede compran en un decathlón o similar, arrasado, en el que solo resuenan los ecos de los tonos de multitud de teléfonos móviles abandonados. Un escenario que nos recuerda, al menos en el apartado sonoro, al descrito por los testigos de terribles masacres como la del 11-M en Madrid. La película conecta perfectamente con este, convirtiéndonos en testigos involuntarios de una tragedia que se convierte en perfecta advertencia, tal y como recalca tras un desenlace que aquí no desvelaremos, de algo que por desgracia se ha convertido en plato común en la política actual: el ascenso de la ultraderecha. Utoya. 22 de julio habla de como por más que uno piense que está a salvo, en esa metáfora perfecta que es una isla que parece apartada de todo, el horror fácilmente puede llamar a nuestra parte, y más si dejamos que este siga campando libremente a sus anchas. Es cierto: no lo entendemos.

Casi coincidiendo con el octavo aniversario de la tragedia Utoya. 22 de julio llega a los cines españoles el 19 de julio.

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