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miércoles, 20 de marzo de 2019

ADICTOS AL DESAMOR

Es hora de salir del armario. Ahí va: nunca he sido muy fan de Almodóvar. Aunque encuentro parte de su filmografía más que interesante y alguna cinta hasta me ha cautivado he de reconocer que, de momento, me costaría incluirlo entre mis directores de cabecera. Incluso, como imagino les sucede a unos cuantos, las últimas películas del director manchego me parecieron un paso atrás ante obras inmediantamente anteriores como Hable con ella, La mala educación y sobre todo Volver, a mi juicio mucho más redondas que otras como Los amantes pasajeros o Los abrazos rotos. Sin embargo la que es ya la película número 21 del director manchego es una vuelta a este Almodóvar: Dolor y gloria es un film de título épico que sabe llegar con fuerza.
Sosegada y nostálgica Dolor y gloria es una historia que, sin llegar a ser estrictamente autobiográfica, si coquetea continuamente con las obsesiones y episodios de su creador, para contarnose el viaje vital de un director de cine casi retirado a causa de los dolores físicos y espirituales que le asolan que, gracias a un homenaje que le rinde la Filmoteca española con motivo de la restauración de su primer largometraje, comenzará a replantearse su existendia en estos momentos de dolor, tanto viviendo experiencias nuevas como recordando el pasado que ha hecho de él el hombre que es. Historia con la que su autor demuestra sentirse cómodo, sin renunciar en algunos momentos a un sentido del humor bien integrado (ese coloquio en la Filmoteca vía telefónica, uno de los mejores momento de la cinta), algo que se agradece, y coqueteando con los cinco sentidos, con elementos como esa ropa tendida que casi podemos oler, la luz mutable entre el campo o la ciudad o la música que abre los primeros volcados de memoria, en la sintonía de otras obras con tintes autobiográficos tan fuertes como La mala educación o Volver.
Puro Almodóvar, encontramos en esta cinta grandes interpretaciones, partiendo de un Banderas, que ya vimos bajo su batuta en La piel que habito, que nos regala la contenida visión de un hombre que parece caer en la apatía si le falta una persona o un proyecto al que dedicarse en cuerpo y alma, a otros habituales de su cinematografía entre los que brilla una Julieta Serrano, en el papel de la madre ya anciana del protagonista que insufla alma pura a su personaje.
Y todo en un envoltorio de lujo, lleno de color, en el que se puede apreciar lo cuidado de la puesta de la escena en cada uno de sus ambientes, desde ese entorno rural que casi linda con el realismo mágico al piso del protagonista, en el que podemos encontrar un buen puñado de guiños a múltiples artistas, unificados por la partitura de un Alberto Iglesias que revela aquí uno de sus grandes trabajos.
Una cinta catárquica, aun sin ser perfecta, de pura madurez. Un cinematográfico hechizo de sanación para el autor y sus personajes que a veces parece tener más de literario que de cinematográfico. Para incondicionales de su director y para aquellos a los que simplemente les gusta disfrutar de una historia interesante llena de matices sin renunciar a los sellos más personales.


Dolor y gloria llega a las pantallas españolas el 22 de marzo

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