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lunes, 17 de octubre de 2016

EL LABERINTO DEL TEJO

Quien más y quien menos, y sobre todo a raíz del estreno de Mi amigo el gigante de Steven Spielberg este pasado verano ya ha oído hablar de esta película. Un apabullante revuelo precede a la que algunos consideran la tercera parte de la trilogía de J.A. Bayona (aunque el único nexo común son unas tramas centradas en las difícles relaciones entre padres e hijos de corta edad, amén de la presencia de Geraldine Chaplin) con noticias de colosales estrenos y apabullantes pases para la crítica, y ¿qué queda?. Pues solo hablar de ella...hoy por supuesto hablamos de Un monstruo viene a verme.
 Connor es un niño triste y solitario. Acosado en el colegio y destrozado por la terrible enfermedad de su madre, divorciada de un hombre que ha formado una nueva familia y al que apenas sí ve, su única vía de escape es el dibujo, pero eso no logra alejarle mucho tiempo de su dolorosa realidad. Las cosas se agravan cuando su madre empeora y deben ingresarla, por lo que su despótica abuela acude dispuesta a llevárselo para que, en contra de los deseos del niño, pase unos días con ella, pero esa misma noche un gigantesco monstruo acudirá a vsitarle con la promesa de contarse tres historias, una en cada visita, tras lo que Connor deberá contarle sus pesadillas, su auténtica verdad.
Drama con trasfondo fantástico Un monstruo viene a verme es una cinta que adopta el lenguaje de un cuento poco infantil para contarnos la historia de un joven de una familia desestructurada (con un padre al que casi no ve, una hermanastra que no conoce y una abuela a la que realmente odia)  que se enfrenta a un doloroso proceso de duelo ante la cruel enfermedad que mina el cuerpo de su cariñosa madre.
Con un aura trágica que la baña desde su primer momento la película sabe jugar con unos recursos tan potentes como unos buenos efectos especiales (impresionantes lo de la escena del cementerio, quizás algo más irreales en algunas escenas en las que participa el monstruo) o un buen elenco de actores de los que sabe sacar lo mejor, entre los que sobreslaen su joven protagonista así como Sigourney Weaver en un papel tan duro como memorable, pero nos deja un resultado con una más que ligera sensación de déjà vu, con una trama que casi resulta un híbrido de cintas como El laberito del fauno o la muy recomendable Demolición (de la que ya hablamos en su día http://monigotorium.blogspot.com.es/2016/06/corason-partio.html), e incluso con algúna suerte de homenaje no pretendido (no sé si se debe a la magia del doblaje pero nuestro monstruo casi se despide de la historia con una frase que les sonará a los fans de cierto visitante del cosmos con un dedo fosforito...).
Un monstruo viene a verme es una película que muestra el buen oficio de su director a la hora de rodar pero que no deja nada memorable en una lacrimógena historia que ni ahonda lo bastante en la psique de algunos de su personajes principales (la madre) ni se permite dejar de hacer concesiones a la galería con un final pretendidamente sorprendente.
Una película emotiva con algún hallazgo particularmente hermoso (el comienzo de la primera historia, casi una acuarela viva), que se beneficia de sus lazos con el espíritu de los cuentos infantiles con cierto aire oscuro (aunque el tercero, el retendidamente más emocional, resulta el más escueto y acelerado)  y con una cuidada puesta en escena en la que no falta ningún detalle, pero cuyo conjunto parece una de esas numerosas cintas que llegan a nuestra sobremesa bajo el rótulo "basada en hechos reales", con unos mimbres, eso sí, de calidad y una pretensión de trascendencia que le queda demasiado grande.  
Para loa amantes de las historias humanas con cierto sabor clásico, aunque sin esa pátina sorrendente e indeleble que promete su (abundante) publicidad.

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