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viernes, 12 de agosto de 2016

CORAZÓN DE MATÓN

Puede que Mel Gibson protagonizase (e incluso dirigiera) dramas como El hombre sin rostro o el Hamlet de Zefirelli, pero cuando pensamos en él (polémicas aparte al estilo South Park) lo primero que nos viene a la mente son cintas de esas de pistola humeante, mandoble en ristre o similar, y es que en en el fondo (si no se entromete en nuestro camino un perro avieso de mirada malvada) todos somos un poco Homer Simpson. Tras un par de años de ausencia después un puñado de cintas que, con cierta sátira, elevaban a su máximo exponente el tipo de papel con el que solemos identificarlo (como Vacaciones en el infierno, sosa traducción de Get the gringo, o la tercera entrega de Los mercenarios) Gibson vuelve a las andadas...aunque sea por razones sentimentales. Hoy hablamos de Blood father.
 John Link es un tatuador que lleva un año fuera de la cárcel y dos sobrio. Con el color de una exmujer que le odia y una hija, Lydia, desaparecida hace años la sorpresa le llegará cuando esta le llame para pedirle dinero, ya que ha matado accidentalemente a su novio delincuente y debe huir. Link acude a buscarla y le promete conseguirle el dinero si aguanta una semana sobria y sin probar las drogas, pero pronto la banda del difunto les encontrará y padre e hija deberán darse a la fuga, en una frenética huída en la que Link deberá ayudarse de todas las habilidades y contactos fruto de su oscuro pasado y su estancia en prisión.
Blood father es una película que se abre con una impactante escena: la de una chica acolescente que adquiere una gran cantidad de cajas de munición en un supermercado, y a la que solo se le pide el carnet al solicitar una cajetilla de cigarrillos, un llamativo comienzo para una historia cuyos primeros minutos nos introducen en el sórdido mundo de las bandas criminales, un ambiente en el que la violencia está a la orden del día y en el que se produce el incidente que dará pie a la frenética huída en que se convertirá el resto de la cinta.
Con una somera presentación de unos personajes esclavos de sus propios vicios (por una parte las adicciones no superadas de la hija, como revela un bolso en el que el único vestigio de su pasado es un todavía cuidado clarinete, y las de un padre que aunque las vaya superando poco a poco está todavía muy marcado por su pasado), antagónicos a pesar de coincidir en unas circustancias comunes (Link un tipo duro de manual, que no ha logrado salir del ambiente en que se crió Lydia una joven de esmerada educadión que ha optado por el mal camino), y que vuelven a establecer una relación tras años separados (antes de escaparse de casa y mientras Link estaba en la cárcel la joven vivía con su madre en un barrio acomodado), la película, entre estas pinceladas más propias del drama poco a poco se va revelando como una cinta de acción en toda regla, quizás más tópica de lo que podemos adivinar en un primer momento.
Así tras ese descarnado preludio en el que conocemos los motivos de la huída de Lydia la odisea de los personajes, padre e hija, da su pistoletazo de salida con la llegada de los perseguidores de la chica a la caravana en la que vive y trabaja Link, para convertir la cinta en una suerte de road movie que solo se detiene para presentarnos una serie de oscuros y variopintos personajes que nos presentan breves pinceladas del pasado del protagonista (y que tal vez habrían dado pie a un trasfondo má profundo...y es que esta pelíula es de un brevedad notable, rozando apenas la hora y media de duración).
Nos encontramos así una trama que nos resulta familiar en su concepción, con un interesnate arranque y un pirotécnico final (más en el limbo queda un nudo que intenta introducir más desafortunadamente subtramas como la de ciertos tejemanejes mafiosos del novio de Lydia) que no duda a la hora de hacer suyos una serie de tópicos de las películas de venganzas y más en una Norteamérica tan profunda como la que presenta, y que gana cuando opta en contadas ocasiones por el chascarrillo oportuno que nos remite al cine de acción de los 80 (y que le sienta aúnmejor teniendo en cuenta quien interpreta al protagonista, un Mel Gibson que se revela casi como un Sansón a la inversa, ya que parece recuperar parte de su mala baba al afeitarse la barba).
Entretenida para aquellos que disfrutan eon el cine de acción puro y duro sin pretensiones, menos para los que bisquen un drama sobre relaciones familiares Blood father es una película que más se disfruta cuando menos en serio se toma, dejándonos una cinta de acción correcta en la que Gibosn vuelve a intentar demostrar ser el mejor en lo que hace.
Con más de acción que de drama Blood father llega +a la gran pantalla el 2 de septiembre

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