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viernes, 18 de octubre de 2019

LOS ZUMBIDOS DEL SILENCIO

Siempre se dijo, al menos antes de que empezaran las campañas en pro de la alimentación saludable, que los donuts venían de dos en dos. Pues desde hace una temporada los libros lo hacen de tres es tres. Se hace raro ya el volumen de éxito, de esos que dejan secuelas físicas si se te caen en un pie, que renuncia a dos continuaciones. Y al cine, que además de ser un arte nunca ha dejado de ser un negocio, el asunto por supuesto le viene de perlas. Da igual si es una saga romántica de romanos, romántica o de misterio. Este es el caso de la trilogía de la ciudad blanca, de Eva García Sáenz de Urturi, un éxito relámpago que en apenas tres años nos ha presentado las aventuras del detective Unai López de Ayala. Sobre la primera de ellas trata El silencio de la ciudad blanca.

Los crímenes planificados milimétricamente son terreno abonado para el éxito. Asesinos seductores, de esos con doble cara, inteligencia abundante y talante juguetón nos han dejado algunos de los mejores momentos de los thrillers de las últimas décadas, ya desde que Hannibal Lecter dejó más que claro que por repugnantes que puedan resultar sus actos el villano puede ser tan carismático o más que el bueno de la función. El criminal de El silencio de la ciudad blanca se apunta a esta tendencia con un estilo deudor de toda esta tendencia con ecos de cintas como Seven (persecuciones y fotografías incluídas) para enfrentarse a un héroe, que por una vez no es nuevo en el cuerpo o en la ciudad sino que se reincorpora tras unos hechos que conoceremos a lo largo del metraje, dispuesto a resolver de una vez por todas unas serie de crímenes que creía ya acabados.
Hasta aquí nada nuevo. Un comienzo que engancha, con unos asesinatos tan llamativos como estéticos (ojo, no en esa estética gore que nos regalaba la serie Hannibal), cuyos referentes se irán desgranando poco a poco, unos hechos del pasado que traen cola y un protagonista convincente. Todos al servicio de una trama que resulta más entretenida que inquietante, especialmente a raíz del momento en que, bastante antes que los personajes, la historia nos descubre quien es realmente el autor de los asesinatos para explicarnos en que circustancias y por qué los lleva a cabo, con unos matices que probablemente (lo siento, pero a fecha de escribir estas líneas no he leído el libro) estén mejor explicados en la novela en la que se basa, giro en el que la película parece perder parte de su fuerza.
El silencio de la ciudad blanca es una película de buena factura. Las persecuciones, que en algún momento se vuelven demasiado frecuentes (con insinuar que alguien es sospechoso este directamente se da la huída casi sin pensar...hay tramos en que los personajes corren más que hablan), están rodadas con eficacia y grandes medios (la huída por los tejados), la fotografía sabe jugar con el carácter de los escenarios y Álava, ciudad en la que se desarrolla la trama, se presenta en todo su esplendor, con gran belleza y haciendo tan buen uso de las referencias locales que dan ganas, una vez abandonada la sala, de pillar un billete y plantarse lo antes posible allí. Pero a la película le falta la garra de una primera media hora realmente prometedora, volviéndose una barroca venganza que en algún instante roza lo absurdo, y, con la excepción de un protagonista que tiene fuerza, dejando al resto de sus personajes excesivamente desdibujados, reducidos a meros comparsas de la función.
Desconozco la fidelidad de esta película respecto a la novela original pero El silencio de la ciudad blanca resulta una correcta presentación de unos personajes más que dispuestos, si esta funciona, a volver en una segunda y tercera parte para cubrir las lagunas que presentan y continuar una historia que, visto el desenlace (que por supuesto aquí no revelaremos) promete. Una cinta a la que le falta profundidad, pero que sin duda dejará más que satisfechos a los amantes de las investigaciones de crímenes refinados con guiños históricos y religiosos.

El silencio de la ciudad blanca llega a los cines el 25 de octubre.

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