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domingo, 15 de agosto de 2021

¿HA VISTO USTED UN NINJA?

 

No hace ni diez días la polémica estaba servida. Snake eyes, precuela y tercera película de G.I. Joe, no iba a llegar a nuestros cines. Una lástima, no porque la cinta fuera la favorita de los Oscars ni porque la saga goce de una popularidad pareja a Star wars o la Marvel, sino porque la ausencia de este film de acción marcase un peligroso precedente en la viabilidad de unas producciones que los cines, nuestros cines, esos que nos han hecho amar y odiar el cine desde pequeños, necesitan más que nunca para recuperarse de una pandemia que ha sido y es una auténtica película de terror.

Por suerte todo ha sido una falsa alarma. Y ahora ha llegado el momento de enfrentarnos a un film con voluntad de blockbuster veraniego y reiniciadora de franquicia. Cambiando por completo las encarnaciones de sus protagonistas, desde el ninja que le da nombre a la tan comentada baronesa encarnada por Úrsula Corberó, Snake eyes es la enésima película que nos lleva a recorrer el camino del héroe. La historia de un niño que ve a su padre morir ante sus ojos para convertirse en un hombre luchador y hambriento de venganza, coquetear con el lado oscuro en forma de turbia organización y finalmente redimirse para transformarse en el héroe que ya conocemos de las dos primeras entregas de G.I. Joe. O que conoceríamos si no hubieran cambiado de actor...aunque tampoco se le veía mucho la cara que digamos.

Pero aunque la película nos traiga más de una agradable sorpresa en forma de secundarios (ahí están Iko Uwais y Peter Mensah...aunque todos bastante desaprovechados. Digamos que Úrsula Corberó se pasea más que actúa gracias a la magia del guión. Eso sí, se le reconoce la dificultad de andar con esos taconazos) y mantenga el tipo relativamente en las escenas de acción y persecuciones (de los extraños efectos luminosos mejor hablamos otro día) Snake eyes hace flaco favor al cine de artes marciales. Coqueteando con el wuxia, bosquecillo brumoso al canto, y articulando la historia en torno a ese clásico que es un reto compuesto por tres pruebas que permitirían al protagonista unirse a un poderoso clan japonés, el film no vacila en recurrir a otros tópicos más sonrojantes del cine ninja como la bomba de humo o, especialmente, el paño de camuflaje que imita el decorado tras la persona que la sostiene. Momentos que pillan con la guardia a un espectador para el que las sorpresas no han acabado, como anacondas gigantes que no atacan a los puros de corazón (me gustaría ver ahí a Frank de la jungla), tópicos locales dignos de madrileños por el mundo (”¿Dónde vamos?" pregunta un personaje y la contestación son tambores, kimonos, aterrizaje en aeropuerto con el Fujiyama al fondo y llegada pasando por el cruce de Shibuya...no sé, ¿Albacete quizás?) o episodios de tensión sexual mal resueltos.

No se puede negar que Snake eyes, si se revisa sin excesivas expectativas, resulta entretenida, pero tampoco que a medida avanza su metraje refleja cierta afinidad involuntaria con lo ridículo especialmente vía diálogo (no es nuevo, pero gran momento cuando el protagonista afirma no haber matado a otro de los principales personajes porque no es un asesino...tras pegar una paliza a un grupo de masillas de turno. Imagino que si mueren después en el hospital no cuenta), todo rematado con forzosos efectos de sonido y unos títulos de crédito que pueden causar ataques epilépticos. ¿Queda algo por decir? Sí: gracias. Gracias a la distribuidora por estrenar Snake eyes en la gran pantalla. La película nos podrá gustar más o menos pero la necesitamos. Películas de evasión, que nos entretengan, que nos emocionen, que nos hagan reír involuntariamente o a propósito, que nos den tema para el debate. Buenas, malas, obras maestras, despropoósitos fílmicos... simplemente películas. El cine es una escuela de soñadores. Y en el cine, además, es un placer.

Snake eyes ya está en cines de toda España

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