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viernes, 27 de agosto de 2021

DIABÉTICAS ENSANGRENTADAS

 

Siendo como suele ser el terror un género tan denostado por la academia sorprendió a propios y extraños cuando Jordan Peele se llevó en 2017 el Óscar al mejor guión original. Un premio que marcaría su carrera, encauzándola por el momento al mundo del horror tanto como director (Nosotros) como guionista y productor, de esos que eclipsan la figura del auténtico realizador como sucede con Candyman, dirigida por Nia DaCosta.

Sin ser tan popular o icónico como Jason, Freddy y compañía Candyman es sin embargo una figura clave en el cine con psicópata, a lo que sin duda contribuyó la interpretación de un carismático Tony Todd que en los últimos años se ha convertido en carne de cameo en más de una ocasión (Destino final, Hatchett, Hell fest...). Este nuevo Candyman bebe directamente de la cinta original, obviando sus secuelas, haciendo que aunque no sea estrictamente necesario haberla visto si hace que está sea mucho más disfrutable.

Candyman, tras un ligero flashback que presenta el primer alarido y resulta mucho menos gratuito de lo que parece en un primer momento, se toma su tiempo en revelar su cara más terrorífica. In crescendo, intentando profundizar en los personajes antes de presentar el primer cadáver, la película es una casi onírico descenso a los infiernos que no vacila en sacar el mejor provecho de los atributos de su villano, desde los espejos dé los que surge nuestro villano a las abejas que fueron clave para su nacimiento como torturado ejecutor. Aunque no renuncie a los efectos de sonido estridentes para asustar el respetable o a algún guiño gratuito al slasher con adolescente (que parece que yano se puede hacer terror sin masacrar a un puñado de quinceañeras) Candyman pretende jugar en otra liga, jugando con las elipsis y el fuera de cámara, permitiéndose alejar la cámara o retrasar su aparicióna la hora de presentar las escenas más explícitas, o incluso sumir la pantalla en la más completa oscuridad, todo para que el espectador no se límite a saltar en su asiento, sino que vea como el tiempo se dilata hasta llegar al esperado susto de turno.

Así este nuevo Candyman destaca por el cuidado de su puesta en escena. Un buen conocimiento de los mecanismos del horror que se recrea en sus escenarios con un inteligente uso de reflejos e iluminación (el asesinato de la galería) que dotan de personalidad a una historia que coquetea con el género de las posesiones pero sin renunciar a la hemoglobina.

Candyman, película reivindicativa que hace que el trasfondo social hilvanado en la original adquiera plenitud en la era de #blacklivesmatter, es una buena secuela disfrazada de reboot. Menos transgresora de lo que pretende y con un final que, aunque lógico, en más de un momento se les va de las manos, sin embargo consigue salir airosa con la belleza de sus planos (a destacar esas hermosas marionetas de sombras que podemos ver tanto a lo largo del metraje como en los títulos de crédito. Por favor, quédense hasta el final) y su buen sentido del ritmo. Una convincente invitación para revisar la original y una buens demostración de que aun a la hora de continuar sagas una película puede encontrar su propio.lenguaje.


Candyman ya está en cines de toda España.

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