Cuando más lejano en el tiempo resulta un suceso histórico más fácil (y común) resulta hacer interpretaciones y añadidos a la parte conocida de la historia original a la hora de llevarlo al mundo de la ficción y, por añadidura, del desastre arte. En el caso del pasado más reciente esto no resulta tan sencillo pero en el caso que nos ocupa, la tragedia del Kursk, un hecho sobre el que hay más de una laguna (por favor sin juegos de palabras...bastante trágico es ya el asunto) y mucho secretismo, hay mucho terreno en el que jugar.
Relato de los días entre entre la salida del tristemente célebre submarino Kursk al mar hasta el acceso al mismo una semana después la película parte de los días previos al comienzo de las maniobras para presentarnos de manera sencilla y emocional a los protagonistas de este drama. Con mecanismos a los que el cine made in Hollywood nos ha acostumbrado ya (si bien la cinta es francesa y goza de un equipo internacional, con sorpresas tan agradables como la presencia de secundarios como Colin Firth o Max von Sydow), boda y escenas con niño incluídas Kursk se convierte pronto en la crónica de una tragedia anunciada en la que la mala suerte y un sin fin de malas decisiones (algunas motivadas más por el ego que otra cosa) van a generar una gran tragedia. Una fábula fatalista, con concesiones pequeñas para la esperanza (jamás un chiste tan malo hizo tanto por la moral de un grupo) que se va a dividir entre tres frentes: el de los tripulantes del subamarino, el de sus familiares y el de las tropas, rusas e internacionales, dispuestas a rescatar a los posibles supervivientes.
En Kursk vamos a encontrar numerosos momentos de déjà vu (la foto, la importancia de ese reloj de submarinista) así como recursos más emotivos que veristas (la escena en la que la mujer de uno de los marineros corre a la calle en pijama para gritar a sus vecinas que parece que algunos tripulantes siguen vivos...parece que en la Rusia del 2000 no existe esa cosita llamada teléfono) pero a pesar de estas pequeñas trampas cinematográficas y pese a no profundizarse en exceso en los personajes (a los que conocemos más por sus relaciones entre ellos que por lo que realmente nos cuenten de ellos mismos) consigue crear empatía en un espectador que se deja conmover por un drama con eficaces interpretaciones y un desenlace que consigue resultar emocionante (y una buena muestra del buen hacer de su director, Thomas Vinterberg, un cineasta que ha sabido reflejarlas intensas emociones de sus personajes, hasta de los más jóvenes, en películas tan recomendables como La caza).
Kursk consigue realmente transmitir la sensación de desesperación de sus protagonistas, tanto de los propios marinos atrapados como de los familiares de estos, de su frío, su hambre y hasta inclso su coqueteo de la locura (ese intento de uno de los supervivientes de escapar nadando), con escenas tan potentes como la de la incursión en una de las zonas inundadas para recuperar unos elementos esenciales para no perecer casi de inmediato y tan oscuramente hermosas como la del acto religioso del final de la cinta. Puede que argumentalmente nos enfrentemos a una muestra prototípica de ese cine de supervivencia que de vez en cuando llega a nuestras pantallas (tan reales como ¡Viven! o tan fantásticos como The martian) pero su fuerza visual logra conectar con un espectador que quizás de entrada no recuerde la tragedia del submarino ruso, o todavía acordándose se deje un poquito sorprender. Una propuesta no redonda, pero sí interesante y una buena muestra de que hay historias que no deben olvidarse.
Kursk llega a los cines españoles el 5 de diciembre.
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