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miércoles, 5 de septiembre de 2018

EL NOMBRE DE LA BRUJA

¿Animación japonesa y brujas? Aunque más de un anime ha tocado el tema (ahí está Negima entre otras) es inevitable que a la mente acuda Nicky, la aprendiz de bruja, la entrañable cinta del estudio Ghibli. Ahora llega el turno de un nuevo estudio, Ponoc, fundado por antiguos trabajadores de la mítica compañía en 2015, y nos regala una nueva joven hechicera con escoba, gato negro y una aventura que contar en Mary y la flor de la bruja.
Resulta inevitable ver reflejado en el espejo de Ghibli el primer de este nuevo estudio. Desde su arranque hace gala de una animación sencillamente espectacular en una escena que puede resultar tan complicada como una persecución aérea (sí, no hace falta recordar la obsesión de Miyazaki por los elementos voladores en su cinematografía...se hace rara la ausencia de una escena en la que algún personaje vuele sea gracias a la magia, sea gracias a la tecnología. Ponoc se revela ya como más que un alumno aventajado en esta disciplina). A nivel visual se trata de una cinta sencillamente brillante, con un buen diseño de personajes y entornos, que consigue sacar lo mejor de sí tanto en los elementos más costumbristas como aquellos que pertenecen al mundo de la mágica universidad de Endor, en la que se desarrolla buena parte de la trama, creando todo un universo tan luminoso y original como imaginativo. Por poner un único pero podríamos decir que resultaría difícil distinguir el resultado de la omnipresente Ghibli, con el que comparte un imaginario visual común (algo que creo en el fondo es inevitable...el director de esta cinta, Hiromasha Yonebayashi, tamién lo es de la todavía reciente El recuerdo de Marnie y de Arrietty y el mundo de los diminutos), pero aun siendo obra de un grupo de profesionales más que experimentados esta constituye su carta de presentación para el gran público, y a este nivel demuestra con creces el valor de una animación tradicional, con escenas de tal complicación como aquella en la que comparten pantalla más animale que los del arca de Noé, que a pesar de la omnipresencia del 3-D siempre está dispuesta a presentar batalla.
Bajo este brillantísimo envoltorio encontramos un cuento tal vez más infantil que otros frutos japoneses (y ya no hablo solo de Ghibli sino de joyas como Your name o En este lugar del mundo), con una premisa que nos sonará tan familiar como la de una niña recién instalada en la casa de su tía abuela (pero huérfana no, ojo...desde casi el principio se señala que sus padres llegarán más adelante) que gracias a un misterioso felino y una extraña planta descubrirá todo un mundo mágico habitado por unos estrafalarios magos que parece ocultar más de un secreto. Una historia sencilla con un ligero aire de Harry Potter (y no solo porque la protagonista sea una -involuntaria- bruja, sino por todo el microcosmos universitario que presenta) que quizás más de uno quiera ver como un ligero guiño a la inmensa El viaje de Chihiro, pero que aquí queda como un más que entretenido pero insustancial relato (si bien tiene algo de viaje iniciático no encontraremos ninguno de los traumas de otras heroina del anime), con unos personajes a los que sentaría bien un poco más de profundidad y una historia que, de no ser algo bastante infrecuente, casi se nos puede antojar una presentación de cara a una secuela.
Mary y la flor de la bruja es una película hermosa, de esas que se agradece ver en pantalla grande, pero con una historia que parece más enfocada a los espectadores más jóvenes que al consumidor habitual de manga y anime (y no lo digo solo por la ausencia total de elementos sexuales o excesivamente violentos. Clásicos como Mi vecino Totoro demuestran que no es necesario, pero hay una parte oscura de la trama que da para un desarrollo más adulto). Una fábula hecha con mimo que, aunque posiblemente no sacie del todo el paladar del espectador deja con ganas de mucho, mucho má. Solo Ponoc tiene la última palabra.
 

 Mary y la flor de la bruja llega a las pantallas españolas el 7 de septiembre



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