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lunes, 27 de enero de 2025

MEMORIAS DE UN CARACOL. Mi gasterópodo sin mí

 

Uno de los grandes comienzos de la historia del cine, por no decir "El Comienzo" con mayúsculas es el de "Ciudadano Kane", con esa enigmática palabra, Rosebud, que brota de los labios de un anciano agonizante. Salvando mucho las distancias "Memorias de un caracol" arranca con un término menos glamouroso, patatas, que va a pronunciar un personaje cuya relevancia en el resto del relato conoceremos a su tiempo, pero que pronto olvidaremos (aunque vamos a tenerlo delante de los ojos casi en todo momento) cuando la protagonista en puro volcado de memoria empiece a contarnos su historia. Una historia de duelo, muerte y coleccionismo de caracoles en la que reina el humor negro y no deja a nadie diferente.
Cinta de animación que es mejor mantener fuera del alcance de los niños, por su tono oscuro y un sentido del humor que no deja títere con cabeza, su cuidado estilo, sucio y detallista, lejos de la pulcritud de casas como Aardman y Laika, es lo primero que llama la atención, con la originalidad de como presenta elementos como el fuego o las lágrimas, de un espectador que se va a enfrentar a un relato de iniciación atípico. Que una de las primeras frases que escuchemos sea "La infancia es como una borrachera, todo el mundo recuerda lo que hiciste menos tú" es buen indicativo del tono de una trama que, con otro enfoque podría ser la madre de todas las tragedias, con ecos dickensianos incluidos. Horfandades inesperadas, bullying, sectas destructivas, extrañas filias y accidentes con amargas consecuencias no faltan en una cinta que apuesta por el diálogo corrosivo, el chiste surrealista y una invitación a la sonrisa que hasta nos hace sentir culpables (el momento en que Gracie descubre que su mejor amiga sufre demencia). Un guión que apuesta por el tremendismo y momentos dignos de folletín pero que consigue salir airoso en el "más dificil todavia" con su buen sentido del ritmo y unos personajes hacia los que es imposible no sentir empatía (aunque los malos lo son hasta la médula. Ahí está esa madre adoptiva que hace buena a la madrastra de Blancanieves) es lo que hace de esta una película, en la línea de películas como "La vida de Calabacín", que deja huella.
"Memorias de un caracol" es un título engañoso. Aunque estos gasterópodos son tanto una obsesión como buena metáfora de los sentimientos de una protagonista que en más de una ocasión desea encerrarse en su concha (y viendo lo que sufre la pobre no nos extraña) esta no es una fábula protagonizada por animales ni una crónica crepuscular. Pero sí invita a llorar, a reír y de propina (dejaré que el espectador lo descubra) quizás hasta sepamos a que patatas se refería la difunta. Buen cine para adultos que demuestra una vez más como la animación es un gran lenguaje para relatos que van más allá de lo cotidiano sin necesitar elementos fantásticos, en una delicia amarga que compensa paladear.
"Memorias de un caracol" llega a las pantallas españolas el 31 de enero.


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