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sábado, 2 de octubre de 2021

BRITANIA'S RHAPSODY

 

Hay gente mayor que agrupa los años vividos respecto a los Papas que ha conocido. Probablemente aquellos interesados en el cine en general podrían hacer lo mismo con el caso de James Bond. Mi primera experiencia en el cine con el personaje fue con un debut, el de Pierce Brosnan en "Goldeneye", y he de reconocer que, aunque la transición se antojaba traumática al pasar de este gentleman de manual al en principio más "salvaje" Daniel Craig, el en aquel momento nuevo 007 logró dar el do de pecho (y vaya...do) en "Casino Royale".
En "Sin tiempo para morir" Craig roza ya el espía crepuscular. De vuelta de todo, dado por muerto y habiendo perdido el status de doble 0. Y su nada breve prólogo que, además de una reveladora escena que demuestra que la protagonista femenina de la cinta (una Lèa Seydoux recuperada de la película anterior, "Spectre") no es una " chica Bond" más y una persecución espectacular que sabe jugar perfectamente con su particular entorno (amén del tópico de procesión que interfiere en el camino), nos deja una frase nada gratuita para los fans " tenemos todo el tiempo del mundo". La misma de los últimos minutos de "Al servicio secreto de su majestad",  justo antes de la muerte a tiros de la única mujer que se ha ganado el título de Sra. Bond.
Un signo aciago, pero también de que esta es una de las entregas de la saga que más importancia va a dar al componente emocional del personaje así como de las más dramáticas. Siguiendo una absoluta continuidad, tal y como han hecho las entregas previas, está película recupera personajes (aparte de los habituales como Q, M o Moneypenny, por supuesto) para dar un paso más explorando la personalidad de un personaje que aspira a ser algo más que modelo y estereotipo, así como añade alguno que sin duda repetirán en un futuro como una nueva 007 más que dispuesta a hacerse valer.
Pero no por ello las nuevas aventuras de Bond dejan de ser puro espectáculo, paseando el palmito por varios continentes y sacando el mejor partido de tiroteos y persecuciones (aunque el arco final se puede encuadrar en uno de los entornos más tópicos de la franquicia: la base secreta en una isla), con escenas que saben sacar con inteligencia la parte más frívola del personaje como la incursión en Cuba, con una Ana de Armas de breve pero intensa aparición como tímida agente novata que ha sabido sacar el mejor partido a su breve entrenamiento.
Sin embargo el nuevo villano, interpretado por el oscarizado Rami Malek, no está a la altura. Frente a un recuperado Christopher Waltz y unos esbirros de mayor presencia Malek queda reducido casi a un anecdótico 'final boss' con poco carisma y muchas ganas de darle a la húmeda pero sin un discurso claro. Una némesis con peculiaridades físicas y tendencias megalomaníacas como la mayoría de los rivales de Bond, pero que languidece ante sus predecesores.

Sin tiempo para morir merece ser disfrutada en pantalla grande. Puede que 007 no encuentre hueco en su agenda para irse al otro barrio, pero sin duda para lo que raramente tendrá tiempo es para aburrir.

Sin tiempo para morir ya está en cines de toda España

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