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miércoles, 15 de enero de 2020

HASTA QUE LA FRANQUICIA NOS SEPARE

Dos policías rebeldes fue la película que cambio la vida de Will Smith. Un actor joven que, aunque había cosechado fama en la comedia televisiva y la música, se abrió a las grandes posibilidades del cine de acción en un rol protagonista, género en el que ha movido buena parte de su filmografía, sagas completas incluídas (Hombres de negro). Pero a diferencia de otras franquicias de éxito estos policías rebeldes que en esta tercera entrega renuncian a la traducción del título parece gustarles dilatar el tiempo entre películas, pasando de los 8 años que transcurrieron de la primera a la segunda a los más de quince que han pasado desde que Dos policías rebeldes II se paseara por la gran pequeña. Es hora de comprobar que tal le sienta el paso del tiempo a estos Bad boys for life.
 Sin un Michael Bay ya tras la cámara, que ha dejado paso al dúo de directores belgas Bilall Fallah y Adil El Arbi, esta buddy movie de manual a asumido perfectamente los vicios y virtudes de la dos primeras películas. Una pareja de actores con buena química y roles bien definidos (Smith el solterón eterno con buena dosis de ego y un caráter -algo- más serio, Lawrence el cómico de carácter familiar) que pretenden condenados a separarse como pareja policial por una serie de circustancias personales pero que, como bien sabemos antes de ver la película, están condenados a entenderse para deleite del espectador aficionado al buen cine de persecuciones y explosiones.
Con la dosis correcta de acción y humor Bad boys for life sabe regalarnos grandes momentos de la primera, con buen trabajo de especialistas, esenas aéreas en las que no faltan los helicópteros (algo sobre lo que el guión se permite algún chascarrillo) y tiroteos a cámara lenta de esos que Bay hizo marca de la casa, así como un guión con buenos remate y algún momento tan disparatado como divertido (esa conversación en el avión que casi podría haber provocado que los echasen del vuelo o que al menos los interrogasen un poco al aterrizaje). Una historia que sabe narrarse con buen ritmo, y que en ningún momento permite que el espectador se aburra, permitiéndose algún plano imposible (el cambio de eje en el desenlace en el hotel) y juegos de montaje como ese paralelismo entre las dos vidas, hogareña para uno, de acción para otro, que pretenden adoptar sus protagonistas.
La ya tercera parte de Dos policías rebeldes, que se dice pronto, es sencillamente una muestra de trabajo bien hecho. Una película que ni revoluciona el género ni lo trasciende pero que tampoco le importa, dejando muy claros desde su primera escena los objetivos que persigue. Puro cine de evasión, de palomitas y quedada con los amigos de ese que nos invita más a pensar en cine de verano que en este enero en el que se estrena. Por poner un pero nos enontramos ante una película que nos cuenta una historia que no es muy distinta  de las dos que ya conocemos. Pero se trata de una fórmula que funciona, y como demuetra el nuevo film, sigue funcionando.
Con una penúltima escena que parece vaticinar la buena salud del producto solo parece que podemos esperar, no sabemos en cuanto tiempo conociendo los precedentes, una cuarta entrega. Si es tan entretenida como esta merecerá la pena pasar por taquilla.
Bad boys for life llega a las pantallas españolas el 17 de febrero.

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