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lunes, 3 de octubre de 2022

LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS. Alguien mintió sobre el nido del cuco

 

Aunque se sea poco aficionado a la palabra escrita hay títulos tan llamativos que, aunque no se hayan leído, rápido se instalan en la memoria como La insoportable levedad del ser, la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina o, por supuesto, Los renglones torcidos de Dios. Uno de esos títulos míticos que casi todos recordamos haber visto campeando por casa desde que éramos pequeños y que llega a la gran pantalla más de cuatro décadas después (tras otra adaptación mejicana en los 80) de la mano de Oriol Paulo, un director que ya ha mostrado su querencia por los giros inesperados en cintas como "El cuerpo" y "Contratiempo".
"Los renglones torcidos de Dios" es un thriller que se debate continuamente entre la verdad y la mentira, la cordura y la locura. Con un arranque con ligero aroma a Hitchcock en el que no falta algún eco a "El resplandor" (obra con la que se permite algún guiño más a lo largo del metraje) la cinta nos cuenta la historia de Alicia, una mujer que ingresa en un manicomio por haber intentado envenenar a su marido. Pero esta es solo la tapadera para infiltrarse como paciente y descubrir quien mató al hijo de un famoso médico internado en el centro. Sin embargo este misterio tiene más de una cara y la trama va a jugar con el espectador hasta la mismísima frase final.
Si hay un apartado en el que esta cinta destaca es una ambientación a la que se pueden poner pocos peros. Su cuidadísima dirección artística, que consigue dar vida con acierto a ese microcosmos que es el sanatorio mental, su vestuario (tengo que confesar que no entiendo de protocolos en estos centros pero por poner un pero me resulta llamativo que autoricen a los pacientes a llevar cinturón) y sobre todo el espectacular trabajo de extras y secundarios ayudan a que el espectador se meta rápidamente en una historia con una protagonista ambigua pero con carisma cuya buena parte de sus réplicas bebe directamente del cine negro clásico. Pero aunque la historia arranca con mucha fuerza, como un whodunit en toda regla, a medida se complica el asunto para su protagonista va perdiendo parte de su impacto. Un tour de force final que intenta fusionar pasado y presente, consigue resultar tan confuso para el espectador como para sus propios protagonistas, y un abuso de metáforas fáciles (las Alicias duplicadas, el espejo roto) lastran lo que podría haber sido un desenlace redondo, perdiendo la fuerza de su primera parte.
"Los renglones torcidos de Dios" nos vuelve a llevar a ese atractivo terreno que es la investigación en un sanatorio mental, como hemos podido ver en cintas como "Shutter island". Con un buen sentido del ritmo que hace no pesen sus más de dos horas y media de duración el buen hacer de sus actores, con importante presencia del trabajo físico, la película es puro entretenimiento hasta el final. Cine de palomitas que sabe moverse entre giros más o menos sorprendentes con agilidad, es una de esas películas que quizás deje menos huella que pretende aún teniendo buen trasfondo para ser eficaz cine de denuncia, pero que logra uno de los principipales objetivos del género: divertirnos intrigandonos.

"Los renglones torcidos de Dios" llega a los cines el 6 de octubre



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