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viernes, 4 de diciembre de 2020

EL ESPANTO Y EL EXTASIS

 

¿Podéis imaginar una versión de Misery desde el punto de vista de Annie Wilkes? Con muchos matices y más de un pero grande, pero Saint Maud, la historia de una cuidadora particular de exacerbada espiritualidad que empieza a trabajar para una enferma terminal de cáncer cuya alma cree poder salvar antes de que esta fallezca, podría verse como algo así.

Tras una de las muchas escenas inquietantes de esta perturbadora cinta, que prefiero no desvelar, pero que sienta un tono claustrofóbico que saca el mejor partido de los primerísimos planos, Saint Maud arranca como un cuento gótico, con una primera parte luminosa que parece presentar una misión de redención para su protagonista. Pero como cualquier amante del género, y más en una película de corte tan ambiguo cómo esta, supondrá la paz no es duradera.

Una actriz en estado de gracia lleva el peso de toda la trama. Morfydd Clark nos regala un trabajo físico impresionante que nos remite a los de otras obras de terror religioso como El último exorcismo. Su interpretación, entre la dulzura y la paranoia, consigue arrastrarnos a su terreno en una historia en la que la suspensión de incredulidad es clave, tanto si pensamos que todo está en su mente como si llegamos a asumir que vive una auténtica experiencia extracorporal, con unos éxtasis que no tienen nada que envidiar a las a de la mística de Ávila.

Saint Maud es una película que nos lleva del cielo al infierno en un plano. El drama de una pecadora arrepentida rico en simbolismos cristianos y paganos (las referencias a la menstruación, la medalla de María Magdalena, el nombre de una de las secundarias, Joy, y por supuesto esa obra de Blake que tanto juego ha dado en el séptimo arte en películas como El dragón rojo) que consigue nos replanteemos nuestra visión a cada escena, envolviéndonos con su cuidada estética, hasta un desenlace tan esperado como inevitable.

Lejos de ser una película cómoda Saint Maud renuncia a las leyes divinas y humanas. Consigue hacernos empatizar con una heroína más que cuestionable y, sin ser una película de terror al uso, pillarnos con la guardia baja en las contadas veces que recurre al gore. Una obra que da pie para el debate, y que consigue introducirse bajo nuestra piel, convirtiéndose en una de las mejores apuestas por el horror en un año de auténtica pesadilla.

Saint Maud llega a las pantallas españolas en la muy adecuada fecha del 25 de diciembre.

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