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jueves, 14 de noviembre de 2019

HIJOS DE UN MAL MAYOR

Cualquier forma de expresión artísitica es hija de su tiempo, sí o sí. El asunto es que a unas se le nota más que otras. En tiempo de revueltas en tantas zonas del globo, de Hong Kong a Bolivia pasando por tantas otras, como nos recuerda cada día el telediario, y por supuesto todavía de chalecos amarillos tenía que llegar tarde o temprano una cinta como Los miserables
 Amiga de metáforas poco sutiles, desde su título, en el que se incidirá en uno de los diálogos de su cinta, a un cachorro de león que va a tener notable peso en la trama, Los miserables es desde su arranque en las celebraciones de la victoria en el mundial de fútbol una reflexión, o casi sería mejor decir una muestra del poder de las masas.
Dirigida por Ladj Ly, cuya obra anterior comprende además del documental A viva voz el corto homónimo con el que comparte elenco protagonista, la película nos muestra el conflicto en un barrio de las afueras de París entre la policía y sus habitantes, gentes de estracción humilde y de las más diversas nacionalidades y entre las que se se encuentran, como bien señalan los primeros, más de un antiguo "cliente". Un foco que es un auténtico polvorín al que en ningún momento deja de añadirse pólvora, cuyo estallido llega de la mano, en un día de tantos, de la detención de un adolescente acusado de robar un animal del circo recién llegado a la ciudad.
Los miserables se detiene más en las circustancias que en las motivaciones de sus propios personajes. Encarnados por unos actores bien dirigidos, pero de los que conocemos poco un pasado del que apenas si vemos unas pinceladas y que tienen más voz para discutir que para profundizar en sus propios sentimientos la película nos muestra un fresco urbano y mutable marcado por la fatalidad.
Una historia que bebe continuamente de los tópicos del cine de policías de Hollywood, desde el leivmotiv de la llegada del novato con buenas intenciones (en este caso veterano pero profano en un entorno como en el que se mueven sus nuevos compañeros) al dualismo poli bueno-poli malo (que a la larga acaba siendo poli menos bueno-poli peor) paqsando por supuesto por novatadas, puyas entre compañeros y un largo etcétera, pero que incide en la crítica social quizás menos de lo que pretende, aunque sin dejarla en ningún momento totalmente en el tintero mientras se pierde en caminos cercanos al cine negro.
Pero si hay algo que destaca de esta cinta es su fuerza. Una película que sabe manejarse tanto en los grandes espacios, dron mediante (un elemento que no es gratuito en absoluto), a los entornos más claustrofóbicos, sin perder en ningún momento el sentido del ritmo. Con un uso inteligente del montaje y de la música (con cuentagotas) Los miserables sabe sumergir al espectador en ua guerra anunciada, con unos últimos minutos y ene especial un último plano que va a dar que hablar y mucho.
Los miserables es cine social pasado por el tamiz de la buddy movie. Con más peso para la acción que para la palabra nos revela un presente poblado por más de un Javert, en el que hay más aspirantes a Thénardier que Cossettes. Un mundo en el que la violencia con violencia se paga, y en el que los Jean Valjean lamentablemente brillan por su ausencia. Este Los miserables, que comparte nombre con el clásico de Víctor Hugo es como la obra homónima un espejo de su tiempo, pero quizás no tanto como la obra del genio un guiño a la esperanza.



Los miserables llega a las pantallas españolas el 22 de noviembre.

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