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domingo, 24 de noviembre de 2019

FUNDIR LA FLOTA

Hablar de Roland Emmerich es hablar de cine coral con catástrofe al fondo. Cierto que desde ese pelotazo con mayúsculas que fue Independence day ha llovido mucho (más de 20 años, que se dice siempre) y que Emmerich ha salido en más de una ocasión del tópico de la acción desviándose sobre todo al campo del cine histórico con cintas como El patriota o Anonymous. Pero ha llegado el momento de que ambos mundos se unan y ¿que mejor campo de batalla que la II Guerra Mundial?. El resultado: Midway.

Todas las constantes que solemos identificar con el cine de Emmerich están aquí: un múltiple reparto, con nombres más conocidos como Woody Harrelson o Patrick Wilson y otros menos como Ed Skrein (aunque lo hemos podido ver en taquillazos como Deadpool), enfrentado a la amenaza nipona en el frente del Pacífico, con todos los aviones, acorazados y por supuesto explosiones que uno se pueda imaginar, añadiendo al cóctel de la batalla propiamente dicha el bombardeo de Pearl Harbor (pero no se asusten, poco o nada tienen que ver con la película homónima de Michael Bay).
Pero, en contra de lo que podríamos pensar al encontrarnos con esta cobinación de tema y director, el trabajo de Emmerich, un autor que sigue demostrando, nos gusten sus historias y no, su buen hacer combinando escenas de multitudes y elaborados efectos especiales, demuestra haber dejado ligeramente atrás esa suerte de patriotismo barato que nos pasmó en la película más conocida, Independence day, para acceder a un cine más adulto. Aun sin evitar que hablamos de una película de bandos bien definidos no encontraremos banderitas a cascoporro ni inflamados discursos patrióticos sino que la película prefiere adoptar una mirada más global para explorar el trabajo tanto en el frente propiamente dicho como detrás de la línea de combate, en especial de los servicios de inteligencia. Aunque por supuesto el enemigo japonés tiene mucha menos voz y voto que su homólogo estadounidense (y, quitando en la primera escena, ambientada en un banquete en el que participan soldados de ambos bandos años antes del conflicto, pecan en exceso de arrogancia, así como se ajustan al tópico del perfeccionismo y honorabilidad nipones), cediendo el protagonismo y por supuesto la victoria a un ejército en el que no hay tonos grises.
No es lo único que el nuevo trabajo de Emmerich ha dejado atrás. Huyendo de la exaltación de lazos familiares de sus anteriores trabajos en la línea (y es que las familias se prestan mucho al cine de catástrofes) Midway se mete directamente en harina, con un ritmo ágil en el que, aunque no cuesta adivinar material cortado (y eso que hablamos de una película de cerca de dos horas y media...aunque en la filmografía de su director no es de las largas), destacan las impecables escenas de combate aéreo. No renuncia a muchos de los tópicos del cine bélico, como ese personaje que coloca la foto de su familia y de paso se come un chicle cada vez que sube a su avión o aquel que en pleno fragor de la batalla se baja del coche, emite una exclamación horrorizado y vuelve a subir a su vehículo metiendo prisa, para más inri, al conductor, así como recursos algo manidos como ese final en el que nos cuenta el destino de los personajes reales con fundido a sepia de algunos fotogramas de la película. Pero logra un resultado entretenido y equilibrado acorde a una historia como la que desea contar.
Midway es una más que correcta cinta bélica, con buenas dosis de espectacularidad y un envoltorio de calidad, aunque lejos de esos clásicos del género al que nos ha acostumbrado la meca del cine. Una película que quizás no llegue a conquistar con las historias personales de sus personajes, movidos entre el deber y la enganza, pero plenamente recomendable para disfrutar de combates aéreos en todo su esplendor, un aspecto en el que la cinta consigue dar un altísimo do de pecho.
 Midway llega a los cines españoles el 5 de diciembre.

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