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martes, 26 de noviembre de 2019

CITTÀ DE DIO

Corren buenos tiempos para la mafia. Perdón, para la cosa nostra. Al menos en materia de cine. Acaba de llegar a los cines El irlandés, la esperada cinta de Martín Scorsese, una buena muestra del cine de gangsters en torno a la figura de Jimmy Hoffa a la que la crítica, por supuesto, le sonríe. Pero la cuna de la mafia, cinematográfica o no, es Italia. Y de allí, también basada también en hechos reales, nos llega El traidor.
 Dirigida por Marco Bellocchio, esta coproducción recorre tres países de tres continentes distintos durante dos décadas para contarnos la historia de Tommaso Buscetta, un miembro de la familia que tras ser detenido en Brasil fue extraditado a Italia y allí tomó la decisión de colaborar con la policía, llegando a ser un testigo clave en el macrojuicio contra los cabecillas de la mafia siciliana orquestado por el juez Falcone.
Historia dura sin paliativos la película nos regala parte de los tópicos del cine mafioso como las grandes fiestas (en este caso con motivo del día de Santa Rosalía) o la vida de lujo, pero no pierde veracidad ni crudeza al mostrar tanto los crímenes más terribles como los cuestrionables métodos de interrogatorio policiales (impresionante el realizado a bordo de dos helicópteros), destacando el atentado que acabaría con la vida del juez Falcone, mostrado como si estuviéramos a bordo del asiento trasero del vehículo en el que moriría el tristemente famoso magistrado. Un microcosmos terrible que sabe partir de lo concreto (la vida y detención de Buscetta) a lo plural (el juicio) para volver a la parte que suele quedar en el tintero, la vida fuera de la familia mafiosa pero, para desgracia de nuestro "héroe", nunca lejos de ella.
El traidor es una película de esas que consigue enganchar al espectador desde el primer momento hasta una conclusión casi dos horas y media después que no se hace larga. Cine rodado con inteligencia nos encontramos ante un impecable ejercicio de estilo, con un inteligente uso del montaje y de una banda sonora que no se limita a ser un mero acompañamiento (el coro de Nabucco durante la sentencia o esa canzona que despierta los demonios del pasado durante lo que prometía ser una agradable velada familiar). Un gran envoltorio para unos personajes fuertes brillantemente interpretados desde un protagonista que descubrirá de la manera más dura posible la importancia de la familia a unos secundarios inolvidables como ese mafioso que solo sabe expresarse en siciliano profundo o esa dolorida viuda que promete el perdón...solamente si los culpables se suicidan primero.
Películas como esta El traidor demuestran que el cine centrado en la mafia italiana todavía tiene mucho que decir, hermana en espíritu a otros retratos de controvertidos personajes reales como la muy recomendable Il divo o Loro, ambas de Paolo Sorrentino. Puede que las familia italoamericana del tronco de Sopranos y Corleone nos hayan conquistado, y que los cárteles latinoamericanos hayan creado tendencia en la pequeña pantalla pero El traidor, una película que consigue tanto hacernos sonreir como inquietarnos profundamente, ha llegado dispuesto a dar la palmada sobre la mesa, y lo consigue.
El traidor llega a las pantallas españolas el 6 de diciembre.

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