Japón, siglo XVII. El padre Ferreira desapareció durante las persecuciones de cristianos y a Macao solo llegan rumores de que este ha apostatado y ahora ostenta nombre y esposa japoneses. Sin embargo dos jóvenes jesuitas portugueses partirán en su búsqueda para descubrir un país en los que su religión provoca frencuentes y sangrientos martirios y en el que los fieles son capaces de cualquier cosa por salvar a los pocos sacerdotes que llegan a sus islas. Todo ello pondrá a prueba su fe de un modo que apenas si aciertan a imaginar.
Con un marco histórico todavía tan virgen a nivel cinematográfico como es la evangelización del sudeste asiático durante el siglo XVII Scorsese aborda la adaptación de la novela homónima de Shusaku Endo (y que ya dió lugar a una producción japonesa en 1971) para emprender su particular viaje al corazón de las tinieblas y contarnos la historia de dos religiosos que se enfrentan a un territorio tan exótico y bello como hostil.
Visualmente la cinta logra hipnotizar al espectador desde el primer momento, con unos increíbles dirección artística y vestuario y unas imágenes que consiguen transportarnos casi a otro mundo desde una neblina de tintes apocalípticos, suponiendo un encuentro tan fuerte como el que puede ser paralos propios personajes. A ello se une un arranque de esos que enganchan (la búsqueda de un compañero y antiguo maestro que puede ser un renegado o incluso llevvr años muerto, una misión de esas a las que mueve más la fe personal que las mismas pruebas) y una primera parte casi antropológica, con ecos casi documentales, que muestra los límites que pueden alcanzar ese gran marco coral de secundarios que van desde la fe religiosa más absoluta al odio más visceral con una fuerza (el martirio a la orilla del mar) que casi atraviesa la pantalla.
Pero esto dará pie a una segunda parte ya más centrada en el personaje del padre Rodrigues (que por otro lado ha sido el principal narrador en una cinta que se articula entre numerosas voces, de protagonistas a secundarios pasando por un mero espectador del desenlace) y que, aun siguiendo la línea que ya ha esbozado en el arco previo, se complace excesivamente en todo el universo de dudas del que es espectador y a la vez causa de los terribles castigos de los que son objeto unos cristianos que son tan solo unos pobres campesinos con una fe casi infantil (la visión del paraíso) frente a una élite culta con numerosos argumentos, intelectuales al menos, para rebatir el papel de la iglesia portuguesa en el Japón budista, y que lastra notablemente el ritmo de la cinta, volviéndola repetitiva (las continuas renuncias y huidas de su acompañante, algunos diálogos...) e incluso permitiéndose alguna metáfora tan poco sutil e incluso grotesca como la de la escena del reflejo en el agua.
Silencio es una película ambiciosa, con un espíritu profundo y unos materiales tan fuertes como su gran elenco de secundarios (desde un Liam Neeson que vuelve a la temática misionera años después de La misión a un recuperado Todaobu Asano), una excelente puesta en escena y un inteligente uso del sonido (con un título tan justificado como es este Silencio) pero se queda en una potente actualización del tipo de historias que variso peplums más o menos clásicos nos dejaron durante años (eso sí, ya sin el tan en boga romance soldado romano - cristiana que aquí podría haber sido samurai - concubina cristiana ...pero no nos pongamos bizarros), una cinta interesante y hermosa pero lejos de un paraíso, en este caso cinematográfico, tan inalcanzable como el que anhela su doliente protagonista.
Producción histórica con umpecable envoltorio y más cueltionable contenido una cinta para amantes de la cultura japonese y del cine de un Scorsese que, en el fondo, vuelve un poco a sus orígenes
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