Me gustan los dinosaurios desde que eché los dientes pero he de reconocer que con la saga Jurassic Park he aprendido muchas cosas. Aprendí que su visión se basa en el movimiento. Aprendí que saben abrir puertas. Aprendí que ni sus ácidos gástricos pueden acabar con un móvil. Pero con su última entrega, "Jurassic Worl: Dominion", también aprendí que en esta franquicia qué está a punto de cumplir la friolera de 30 años, que se dice pronto, los dinosaurios ya son lo de menos.
Tercera parte tras el reboot de 2015, nuevamente bajo la batuta de Colin Trevorrow, director del "Jurassic World" original. tras el paréntesis Bayona, esta nueva cinta nos presenta un mundo en el que los dinosaurios ya han encontrado su rinconcito en el nicho ecológico y es tan fácil encontrarse un diplodocus como una paloma. Pero los bicharracosaurios de marras ya no son el problema sino una plaga de langosta. No, esta no es la típica metáfora apocalíptica: la gran amenaza de esta película son literalmente unos grupos de gigantescos saltamontes que devoran cualquier cultivo que se encuentra en su camino. Algo digno de una cinta de serie Zeta (aunque si somos sinceros nuestros amados ortópteros han dado para títulos tan recomendables como "La nube") pero claro, como el avezado espectador ya supone esto es el resultado, como ha pasado con todas las entregas de la saga, de oscuros tejemanejes industriales, y esto traerá de nuevo a la palestra al trío protagonista de "Jurassic Park", quizás lo que más apetecía ya desde el anuncio de ese estreno.
Continuación estricta de la anterior el resultado de esta mezcla de personajes de las que podríamos considerar primera y segunda trilogía, bichos gordos y espionaje industrial es toda una sucesión de guiños a la primera entrega, desde el modo en que un personaje se quita las gafas al destino de algún secundarios (la verdad salvó Samuel L. Jackson y los muertos vuelve prácticamente todo quisque) pero también, para su desgracia, una sucesión de despropósitos. Un atropellado comienzo en el que se cambia de ubicación geográfica (con su rotulito correspondiente) sin mucha justificación a lo 007, una Malta presentada con un exotismo que nos hace creer estamos en oriente medio, Sam Neill con ramalazos de Indiana Jones (con regreso para buscar el sombrerito incluído) o ecos al cine de espías de chichinabo son algunos de los rasgos de una película que confunde espectacularidad con acción y cuyo sentido del ritmo se ralentiza constantemente.
En una historia en la que solo se salva (y por los pelos) un Jeff Goldblum que está de vuelta de todo el que se note la inversión económica no salva una cinta que en más de una ocasión inspira vergüenza ajena. No faltan persecuciones, dinosaurios luchando entre ellos, episodios de justicia poética o la ya clásica moraleja ecologista y familiar. Pero "Jurassic Park: Dominion" ni siquiera escucha a sus propias predecesoras. Eso de 'les preocupaba tanto si podían o no hacerlo que no se pararon a pensar si debían...' jamás ha sido tan cierto.
"Jurassic World: Dominion" ya está en cines de toda España.
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