Cuando hace ya más de 15 años se estrenó Salvar al soldado Ryan Spielberg nos dejó literalmente pegados al asiento con esos primeros minutos en los que se desataba con furia inferanal lo más duro del combate y que, a pesar de lo ya visto en La lista de Schindler, logro sorprendernos, con una dureza que añadía el uso del color (el blanco y negro siempre parece quitar hierro al asunto), del brutal sonido y por supuesto de unas imágenes que poco dejaban a la imaginación. Esa presentación dejó una huella muy profunda en el cine bélico y su última impronta llega a bordo de un tanque y de la mano de un Brad Pitt al que la guerra no le resulta ajena (ahí está la magníficas Malditos bastardos), hoy hablamos de Corazones de acero.
Bajo la imaginativa traducccuón de su título original (Fury...sí, existe una Furia de Fritz Lang de 1935, pero no sé si a la gente eso le interesa ya mucho), que parece más propia de un culebrón de tarde que de una cinta de calado bélico, Corazones de acero comienza con una onírica imagen: un jinete surge de la niebla y se encuentra con un cementerio de tanques todavía en llamas para casi inmediatamente ser eliminado por el enemigo, la tropa que conduce uno de los carros blindados del ejército americano, que se encuentra avanzando hacia un Berlín cuyos días de resistencia están contados. Sí, se trata de una cinta sobre lo terrible de la guerra, sobre lo efímero de la vida ante un conflicto de tales dimensiones, en este caso en forma de un grupo de combatientes que sabe que puede caer en cualquier momento a pesar de la fuerza del vehículo que controlan (el momento en que al principio el Sargento se retira a controlar sus nervios fuera de la vista de sus compañeros) y para lo que la película no escatima en mostrarlo con toda su crudeza (la emboscada en el bosque que se salda con varios soldados quemados vivos o el momento en que el pie de un recluta es literalmente amputado a tiros) si bien también opta por elementos formales que le restan un poco de verismo (el aspecto visual de los disparos en forma de rayitos de colores, casi más acreedor de un título de ciencia ficción que de uno bélico), y por concesiones melodramáticas que nos sacan ligeramente del tono del resto de la historia (la incursión en el piso de las dos mujeres del pueblo conquistado y su posterior desenlace) y que llegan a aportar algún matiz confuso a alguno de los personajes (¿a que viene la grosera reacción de uno de los miembros del pelotón?). Corazones de acero es una película con imágenes muy poderosas y que gana muchos enteros en sus escenas de acción (ese enfrentamiento cara a cara entre dos tanques), que sabe abordar con realismo y solvencia, pero que a pesar de su pretendida profundidad (el diálogo ante el retrato), pierde en las escenas más intimistas, así como en alguna ocasiónen la que opta por algunos elementos que rayan lo absurdo especialmente en su tramo final (el largo lapso que pasa desde el avistamiento del enemigo hasta su llegada al cruce de caminos o el mismo empeño de los protagonistas en mantener heroicamente una posición que sin embargo no parece tan importante, ese cruce de caminos en nada prominente con apenas una casa al lado...si fuese un puente o similar sería más comprensible su empeño), o toma elementos de otros géneros que sin embargo no acaban de sentarle mal del todo (ese final deudor del género de terror en que uno de los personajes es arrastrado literalmente lejos de su pesadilla). Pocas novedades, muchos elementos prestados de los clásicos (el jefe duro pero sensible, el tipo religioso recitador impenitente de versículos bíblicos...) y una guerra realista que encantará a los fans del género.
Belicismo de raíces clásicas...pero que sale perdiendo ante sus propias raíces, para superfans.
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