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martes, 1 de octubre de 2019

LOS TIPOS DUROS SÍ JUEGAN AL MUS

En un cine español que ha paseado por todos los géneros, del drama a la ciencia ficción, pasando por la comedia o el terror el noir parece sin embargo una rara avis, aunque ejemplos no falten. Y para muchos (entre los que me cuento), aun en un año tan tardío como 1981 respecto a su edad dorada, El crack no puede faltar en la lista. Una cinta que, en una época en que no era usual dió para una secuela (El crack dos en 1983). Pero sorprende aun más que 36 años después de su última aparición en la gran pantalla vuelva llegue El crack cero.
En un terreno al que nos ha acostumbrado Hollywood pero que se hace raro en estas latitudes como es la precuela, y que probablemente nos habría sorprendido menos en una saga cómica como Torrente que convirtiendo en trilogía las andanzas de un personaje clásico como es Germán Areta, El crack cero nos transporta a los últimos meses de 1975, un año clave a nivel histórico, pero que para sus personajes va a ser relevante más a nivel personal que global .
Con un envoltorio distinto, una hermosa fotografía en blanco y negro a la que ya recurriera Garci en You're the one, y rostros nuevos para sus protagonistas, unos más que correctos Carlos Santos como Germán Areta "el piojo" y Miguel Ángel Muñoz como Cárdenas "el moro", la nueva entrega de El crack nos lleva de nuevo a un Madrid de belleza casi fantasmal, plagado de cines de grandes carteles para presentarnos un crimen (el suicidio de un sastre que probablemente no sea tal, y más conociendo las aficiones poco recomendables del cadáver) que va a llevar de nuevo a sus personajes (o tal vez debería decir por primera vez) a dar un paseo por el lado más sórdido de la sociedad. Un paseo nostálgico, en el que sus creadores parecen romper en más de una ocasión la cuarta pared para hablar por boca de sus personajes, recordando un pasado de fuerte aura cinematográfica.
No se puede negar que este nuevo crack impacta menos que su primera cinta, de la que sabe retomar leivmotivs con inteligencia como la importancia del boxeo (aunque la metáfora de oro en esta ocasión se la llevará un simil balompédico) o el aire de unos diálogos con un fuerte aroma entre teatral y noir merced al valor de la réplica ingeniosa. Pero tampoco se puede negar que nos encontramos ante una más que digna ampliación (se me hace raro decir continuación en su condición de precuela) de esas dos primeras partes con las que tiene mucho en común tanto por su ritmo (ahí están esos apartes por las calles madrileñas acompañados por una banda sonora que nos es ya familiar) como por la construcción de una trama que incluso consigue, al igual que la original, darnos más de una sorpresa.
Pero si dejamos en el tintero sus lazos con una cinta inovidable y una continuación, que a pesar de no ser tan redonda como su predecesora, supo mantener el tipo, El crack cero nos presenta una trama clásica que se ve con interés, en la que el crimen de salida adopta en más de una ocasión un aire de mcguffin para presentarnos unos personajes cuyas historias deseamos realmente conocer, aunque algunas parezcan cortarse antes de tiempo, y que la revaloriza como historia independiente haciendo de ella un buen punto de partida para las historia de un Areta cuya extraña melancolía entenderemos todavía más al final de la cinta.
Madrid no es Manhattan. No hay neuróticos enamorados pero sí parejas que buscan piso juntas, los detectives no comen en carritos de hot dogs sino en fondas y el póker ha cedido paso al mus. Pero para las femmes fatales, los antiguos policías que aspiran a hacer de este un lugar un poco mejor y los aspirantes al crimen perfecto eso no importa. El noir no es un lugar físico, es mucho más...y El crack cero está aquí para demostrarlo.

El crack cero llega a las pantallas españolas el 4 de octubre.

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