El aprendizaje es uno de esos hitos vitales que cinematográficamente hablando dan para mucho. No hace demasiado hablábamos de toda esa caterva de profesores enamorados de su profesión y aleccionadores de adolescentes más o menos rebeldes de los que suelen sacar lo mejor de si mismos...el caso que nos ocupa hoy es ligeramente diferente: la alumna, una mujer madura con problemas sentimentales y la materia el carnet de conducir. Y es que el arte de manejar vehículos ha dado más para la comedia (ahí está ese gag de la saga Agárralo como puedas en la que el profesor enseñaba a su alumna paso por paso hasta como hacer la peineta al desaprensivo que la insultase) que otra cosa. Si los tiros siguen por ahí lo analizamos hoy, hoy toca Aprendiendo a conducir.
Darwan, un sij que residente en Nueva York, trabaja como instructor de autoescuela de día y como taxista de noche. Cuando descubre que una mujer que había subido discutiendo con su pareja se ha dejado un sobre en su taxi decide devolvérselo en mano y ella le contratar como instructor. Su objetivo es conseguir el carnet para poder visitar a su hija que trabaja en el campo mientras se enfrenta a un doloroso divorcio. Él, a punto de contraer un matrimonio concertado, y Wendy, su alumna, comenzaran una relación de amistad mientras se enfrentan a sus respectivas relaciones sentimentales.
Aprendiendo a conducir es una película de contrastes. A los culurales, que ya conocemos desde el principio, entre una intelectual neoyorquina adinerada y un hindú que a pesar de su formación universitaria ha elegido el oficio de taxista para mantener sus tradiciones, se suman pronto los de carácter amoroso.
Así nos encontramos la historia de una mujer que parece tener todo en la vida pero que se enfrenta a la pérdida de buena parte de lo que ha conseguido (del amor, pero también ds su casa, que se ve obligada a vnder y en algún momento casi parece de su hija, cuya relación con ella parece empeorar) que contrasta fuertemente con la de un hombre que se encuentra en el comienzo de su relación con su esposa, a la que apenas conoce debido a ser un matrimonio concertado. Serán estas diferencias sin embargo las que les hacen conectar en dos momentos de fragilidad de su propia existencia muy distintos, replanteándose sus propios sentimientos.
Con un ritmo pausado la película, aun presentando conflictos serios (la inmigración), es una película ligera, más cercana al drama si bien hay algún matiz cómico (la recompensa), que expone numerosos temas sin profundizar en ninguno de ellos, pero que nos deja alguna pincenlada particularmente hermosa (el gesto de tocar la cara...), si bien otras resultan más forzadas (la imaginaria conversación de Wendy y su difunto padre).
Y es que lo mejor de esta película, que constituye en el fondo una historia de superación personal por parte de ambos protagonistas (que se enfrentan a miedos tan dispares como el vértigo o las relaciones impuestas), son los pequeños detalles (el plano de la primera vez que Wendy conduce sola, resaltando el asiento vacio a su lado, o cuando Darwan envuelve su regalo, cuya destinataria todavía ignoramos) e incluso subtramas como la relativa a las dificultades de la nueva esposa del profesor para desenvolverse en un nuevo país que la asusta y cuyo idioma apenas conoce.
Casi como de un mosaico se tratase Aprendiendo a conducir es una correcta fusión de historias, de personajes (entre los que destaca el siempre excelente Ben Kingsley), de elementos mundanos y exóticos (aunque apenas podamos atisbar pequeñísimos detalles, casi todos de índole religioso de la cultura del protagonista), configurando todo un mundo en el que intentan desenvolverse, con más perseverandia que esperanza, dos seres que parecen eternamente fuera de lugar por razones muy distintas.
Para amantes de las palículas de personajes y del romanticismo sutil...a veces incluso demasiado.
Aprendiendo a conducir se estrena el 3 d julio.
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