Hace mucho tiempo, en unas playas más bien cercanas el españolito cinematográfico de a pie se lanzaba a la caza de la guiri despistada, casi como de una protocomedia romántica se tratase...la evolución lógica llegaría con las parejitas, las infidelidades y otras subtramas propias de las relaciones parejiles...sin embargo hace apenas año y pico llegó un filón...uno que siempre había estado allí, como si de un dinosaurio se tratase (en el sentido literario no el hollywoodense): las bodas. Ocho apellidos vascos parecía haber abierto una veda muy concreta...y sus ecos parecen llegar a la cinta de la que hablamos hoy, que se fusiona con esa tendencia también en alza en la comedia española de mandar a las protagonistas una miajita más allá del extrarradio (como se vió hace nada en Perdiendo el norte y con anterioridad en películas como las dos entregas de Fuga de cerebros)...hoy hablamos de Ahora o nunca (por favor no contesten todavía)
Álex, un chico obsesionado con los detalles y la planificación, se enamora de Eva en un curso de inglés. Cuando al fin se prometen deciden celebrar su boda en el lugar en que se conocieron, la campiña inglesa, pero cuando él y gran parte de las dos familias se disponen a tomar el avión una huelga de controladores les deja en tierra. Incidentes varios, equívocos y algún conflicto multicultural, fuera o dentro de las sábanas, harán que la boda soñada tenga que posponerse más de una vez mientras novio por un lado e invitados por otro intentan llegar a Londres para celebrar por fin la boda.
Compartiendo título con una cinta con Jack Nicholson y Morgan Freeman a la cabeza del reparto de la que hoy pocos se acuerdan, Ahora o nunca es una alocada comedia a mayor gloria de su protagonista, Dani Rovira, que está en su salsa, pródiga en gags visuales y "exóticas" localizaciones.
Si bien nos conduce a un terreno que conocemos bien, el de las bodas, que tan buena fortuna ha tenido en el reino de la comedia, y un problema que tampoco no es desconocido (el llegar a tiempo a un asunto o evento importante), estos son sólo los dos priemros tópicos que, con mayor o menor fortuna aborda la película.
Si bien el tópico como ente abstracto de la comedia se ha alzado casi siempre como ingrediente ineludible en el caso de Ahora o nunca caen en el caso de confundir el costumbrismo con la falta de originalidad. Con un ritmo alocado que se revela absurdo al darse la circustancia de que la boda, elemento que impone las prisas a los personajes, puede ser pospuesta casi indefinidamente (no es ahora o nunca, como reza el título, sino que es ahora...o más tarde, sólo es recogerlo todo y mañana volver a motar el chiringuito), la película se pasea por tópicos de este subgénero como la suegra antipática, los invitados enloquecidos o el futuro cónyuge que hace algo que no debía la noche previa al enlace, pero estos se revelan casi más como subtramas forzadas para generar una película coral.
El meollo mismo lo encontramos en la parte relativa la subtrama del novio, en su propia road movie de camino a la boda, en la que podemos disfrutar de algunos de los mejores momentos de la cinta (que alguno tiene) como los relativos al uniforme de Franco (que el tráiler, que ya hemos visto al menos cada vez que hemos ido al cine este mes ya nos ha medio destripado) si bien enocontramos algunos referenciales que no funcionan tanto (el guiñito a Titanic, lo cual justo hoy que hemos concido la muerte de James Horner resulta hasta pelín siniestro) . Junto a esta, las dos historias paralelas resultan en extemos forzadas, especialmente la relativa a los invitados que marchan a la boda en autocar (algo que no se entiende mucho...¿por qué no van todos juntos si finalmente tendran que esperarlos?), o, en el caso de la de la novia, el asunto del chantaje que parece metido con calzador para conseguir que los papeles de los novios, por separdo durante prácticamente la totalidad de la cinta, tengan igual peso.
Nos queda una película apabullante pero anticlimática, por mucho que nos sirvan un final casi calcado de muchos films de Hollywood, carrerita por el auropuerto incluida, tras un (falso) final que, casi por absurdo (incluyendo el factor talla...los que la hayan visto ya saben a lo que me refiero), resultaba más brillante que el desenlace auténtico.
Una comedia que remite a unas cuantas que ya hemos visto, y no precisamente para bien, pero que a los fans de Dani Rovira, lo mejor con diferencia, probablemente encantará.
Una película estrenada con todo acierto en verano...y es que con tanto calor hasta el cerebro se merece algo ligerito.
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