De vez en cuando hablamos del miedo a lo desconocido...a la oscuridad, a lo exótico...aunque pocas veces nos acordamos de aquello que literalmente subyace bajo nuestros pies, donde según la tradición se encuentra el mismísimo infierno. A alguien se le ha ocurrido que esto puede tener su aquel, y más si le suma el glamour de la capital francesa, un director interesante, un cartel bonito y una premisa impactante, y por eso hoy hablamos de Así en la tierra como en el infierno.
Recientemente tuve la oportunidad de conocer de primera mano las catacumbas de París. Tras el despellejamiento correspondiente (10 hermosos euros) y un descenso que se antojaba eterno pude conocer la casi interminable sucesión de angostos corredores llenos de extrañas construcciones y hacinamientos de huesos humanos, de los que nos dan una ínfima muestra el la cinta, y que consiguen crear un extraño desasosiego en el que se atreve a visitarlos, entre la oscuridad (pocas bombillas y no se permiten fotos con flash...) y humedades varias (cuidado, si váis es más que posible que metáis la pata en un charco u os chorree algo en la cabeza con los sustos correspondientes), y se convierte en una visita inolvidable y más que recomendable. Por supuesto esta experiencia no tiene nada que ver con la mínima aproximación que nos proporciona la película y más teniendo en cuenta que, tras un tímido prólogo que nos lleva nuevamente a Oriente (la sombra de El exorcista es alargada) y una miniexcursión a las turísticas catacumbas ( y al museo medieval, otra visita más que recomendable, donde se dedican a destrozar el patrimonio artísitico), los protagonistas nos conducen al subsuelo de la capital gala, donde literalmente moran seres muy extraños (¿a que venía eso del coro que ensaya bajo tierra? casi parece un chiste malo de la saga "...como puedas"). Así nos encontramos con una película que, si bien nos ha vendido la moto de las catacumbas parisinas podría haberse ambientado en cualquier parte, en lo que es literalmente un descenso a los infiernos por parte de este grupo híbrido de arqueólogos, aventureros y documentalistas...algo que ya habíamos visto en cintas recientes como The borderlands, de la que ya hablamos en su día. Y ese es uno de sus problemas, ya que tras una larga introducción que parece vendernos más una versión barata de Indiana Jones y la última cruzada, con unos matices histórico-artísiticos que inquietarána al más pintado y no por las razones que ellos suponen, la película tarda bastante en arrancar, para marcarse todo un tour de force, o casi podríamos decir un apresurado viaje con el tren de la bruja en su parte final. Sí, la película tiene buenos momentos y alguna idea genial, aun rozando el absurdo (esas llamaditas telefónicas) pero en ningún momento alcanza ese escalofrío que los autores pretenden (en el paladar todavía nos queda el amargo y delicioso regusto de The Poughkeepsie tapes), aunque muchas veces nos da elementos demasiado vistos (ese niño siniestro, el ehermano difunto de uno de los personajes que para más inri ¿se ahogó en una cueva?...) o no explota otros que tan queridos le son al género (claustrofobia), el punto de vista oscila continuamente ( y no hablamos de la opción del found footage) y, quitando en su tramo final no parece decidirse por ninguno de ellos...una lástima para una película que tenía muchos elementos para ser el primer y gran susto del otoño.
Para la lista de las que prometen y no llegan...otra vez será, para los completistas.
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