Existe un viejo dilema, de esos que tineen un poco de lógica, mucho de chiste e incluso un puntito zen que habla de las consecuencias de que una fuerza imparable choque con un objeto inamovible...la cosa no deja de tener su miga, y no sé por qué me imagino que los responsables de uno de los últimos blockbusters del verano debían tener algo así en mente, pensando que la respuesta sería "dinero" cuando se les ocurrió juntar en una misma película toda clase de catástrofes y a ese luchador que antaño, irónicamente, era llamado "The Rock" (más fácil de recordar y pronunciar que su nombre real todo hay que decirlo). Con esta premisa, casi de chiste malo, hoy hablamos de San Andrés.
Ray, piloto de helicóptero especialista en rescates, se enfrenta a la marcha de su hija a la universidad y a la demanda de divorcio de su esposa, con la que mantiene una buena relación per0o que planea mudarse con su nueva pareja. Cuando una serie de terremotos cada vez más potentes sacuda la falla de San Andrés, y tras rescatar a su todavía mujer, ambos partirán en helicóptero de Los Ángeles a San Francisco para rescatar a su hija, mientras la ciudad es arrasada por toda clase de catástrofes.
Haciendo realidad ese gran terremoto (en realidad bastantes más) en la falla de San Andrés del que llevan hablándonos desde el siglo pasado (ya se comentaba cuando yo era pequeña) esta cinta huye de la popular tendencia a la película coral para centrarse en la familia fragmentada, tanto en el sentido literal como en el figurado, de su protagonista a la vez que introduce una tercera historia (casi metida con calzador y con actor de prestigio a la cabeza, Shyamalan que le pese, Paul Giamatti) sobre un grupo de aguerridos sismólogos que nos ayudarán, por si no bastaba con tanto caos y destrucción, a comprender toda la gravedad del asunto pero añadiendo un puntito de esperanza.
Con una presentación tópica, de esas que nos revelan que nuestro héroe no sólo es valiente sino además un tío de recursos (y con un helicóptero que aguantaría hasta el ataque de Godzilla...no se encariñen mucho con los secuandarios de la primera escena porque casi ninguno volverá a aparecer: nuestro hombre se las apaña solo) nos metemos de lleno en esos conflictos familiares propios del culebrón de tarde (mi mujer ya no me quiere por un horrible trauma familiar que tuvo lugar en el pasado, su novio no parece un mal tipo pero también es un capullo, mi niñita se hace mayor y encima puede que quiera más al novio capullo de mi casi ex, que para más inri está forrado) para añadir todavía más drama y por supuesto empatía a un auténtico festival catastrófico. Y eso que, entre las muchas grietas (y nunca mejor dicho) que se abren en el guión tenemos esa premisa de que nuestro protagonista, el que se supone es un héroe rescatador, no vacila ni un segundo en destinar todos los medios a su alcance, sin preocuparse de si le necesitan en otra parte o de si el helicóptero que se lleva es necesario para algo más grave, para ir a rescatar a su única hija en un lugar que no está precisamente al lado. Sí, es padre, pero también un auténtico irresponsable que ni se plantea que a su niña (también con más recursos que McGyver por otro lado) puedan ayudarla equipos que estén más cerca y conozcan mejor el terreno que él, y se lanza a la carrera cual pollo sin cabeza. No digan nada pero ya echamos de menos a esos héroes que aunque al final lograran todo lo que anhelaban y se llevasen a la chica de turno al huerto por el camino sufrían para ayudar a cualquiera que se topase en su camino. Y eso sí. al lado del egoísmo de ese novio que, por su gran sentido del valor, pronto desaparecerá de la escena prinicpal para convertirse en un ocasional contrapunto cómico, el pesonaje de The Rock sigue siendo el tío más altruista del mundo.
Y en el otro lado del ring todo un catálogo de destrucciones varias rodadas espectacularmente y con unos efectos especiales apabullantes. Si bien el punto de partida es, como se supone por su título, el terremoto pronto asistimos a todo, pero quiero decir todo(sólo faltaría un volcan y que les caiga un meteorito, pero ya se les caen bastantes cosas encima e imagino que se lo dejan para la secuela): tsunamis con la correspondiente inundación, incendios, accidentes aéreos, accidentes marítimos...casi como si quisiesen transformarse en la nueva madre del cine catastrófico. Y probablemente si se adopta un punto de vista sin prejuicios esto sea lo mejor de la película. Sin una historia que brille por su originalidad, pródiga en casualidades ( de traca la facilidad con que establecen las comunicaciones, o el modo en que la hija conoce a los que serán sus compañeros durante el grueso del metraje, o el paralelismo entre los dramas familiares del protagonista o...es que si nos ponemos no acabamos) y con diálogos de chichinabo (propongo un juego para hacer más distraido el visionado: prueben a adivinar como terminan las frases de la mayoría de los diálogos...se sentirán como auténticos pitonisos) ni unos actores que destaquen, sin embargo nos quedan una maravillosas escenas de destrucción de esas que dejan con la boca abierta, con deliciosos momentos de auténtica locura (la huida en lancha de la ola gigante esquivando barcos a la deriva cada vez más grandes) y que son la mejor escusa para ver esta película en el cine, con el sonido a toda pastilla y la pantalla lo más grande posible. Lo agradecerán.
Como rezaba la canción de Bola de dragón luz, fuego y destrucción. Para otras cosas será mejor meterse en la sala de al lado...
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