Identificar un objeto y una película es un juego tan divertido como revelador. El cubo de "Hellraiser", el trineo de "Ciudadano Kane" o la caja de bombones de "Forrest Gump" son casi elementos con vida propia, relevantes en el desarrollo de sus películas. De la importancia de las cosas y de personas que son tratadas como meros objetos trata, valga la redundancia, "Objetos", un thriller que nos asoma a algunas de las facetas más oscuras del ser humano.
Su punto de partida es de esos que enganchan e incluso impactan al espectador: Mario, trabajador en la oficina de objetos perdidos, un hombre solitario y aficionado a arreglar cosas, recibe, entre los restos encontrados al drenar el río, una maleta cerrada. Al abrirla, entre barro y ropa de bebé encuentra una pequeña calavera humana. Un macabro hallazgo que le hará descubrir una siniestra red de trata de personas y conocer a Sara, una mujer que se convertirá en la primera relación en años.
Chatarrero de sentimientos humanos, Mario, encarnado por Álvaro Morte, conocido sobre todo por su rol en La casa de papel, otorga un rostro intenso pero inexpresivo a un personaje lleno de matices en la que es una odisea que chocará con su pasado y le conducirá a un extraño viaje de redención, que le hará visitar lugares que creía olvidados y visitar otros nuevos.
Si bien los primeros minutos de la película resultan sorprendentes y ayudan con pocos elementos a caracterizar a todo un personaje (con un increíble trabajo de dirección artística en el escenario de la oficina de objetos perdidos) a medida avanza su trama esta se va haciendo más previsible. Aun con personajes que añaden sal al conjunto como esa policía confidente o ese oscuro mafioso con más de una perla de sabiduría "Objetos" se mueve por más de un camino ya conocido, con un sentido del ritmo irregular. Su solvente realización, con un inteligente uso del espacio y un guión con alguna (engañosa) sorpresa animan lo que en el fondo es un clásico thriller entretenido, con un valioso mensaje de denuncia, pero quizás menos impactante que lo que pretende, sin llegar a la catarsis que parece anunciar desde su principio. Una apuesta curiosa para amantes del género, aunque probablemente se queden con ganas de algo más. La premisa lo merece
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