En estos lóbregos sótanos del Monigotorium nos encantan los fantasmas japoneses, con sus blancas túnicas, sus espasmódicos contoneos y su melenaza negro azabache, y la verdad que los condenados (y nunca mejor dicho) han sabido crear tendencia, especialmente en los territorios hollywoodienses. Y es que al cine estadounidense le gusta el exotismo, a pesar de su tendencia más a rehacer que a recuperar y doblar y a alguien le ha debido parecer buena idea llevar un lenguaje ya universa a otro país asiático...del resultado de estas cavilaciones nace El otro lado de la puerta
El día que María le contó a su novio que estaba embarazada y este le propuso quedarse en la India y formar una familia se sintieron la pareja más feliz del mundo, pero seis años más tarde María es una mujer rota por la pérdida de uno de sus hijos en un terrible accidente por el que no puede dejar de sentirse culpable. Pero cuando esta intente suicidarse su criada le cuenta una historia sorprendente: en su pueblo, al sur del país, hay un templo donde la frontera con el más allá es más débil y si esparce las cenizas de su hijo ante su entrada y se encierra en su interior al poco este acudirá al otro lado de la puerta y podrá despedirse de él. Solo le pide una cosa: si lo hace jamás deberá abrir esa puerta mientras él esté allí, por mucho que se lo pida, pero probablemente eso sea demasiado para una madre que sufre.
Exótico cuento de fantasmas cuyo arranque puede recordarnos remotamente a Vinyan, El otro lado de la puerta es una historia de terror que conecta uno de los episodios más dolorosos para el ser humano, la pérdida de un hijo, con toda una serie de horrores sobrenaturales derivado del incumplimiento de una norma tan sencilla de seguir como de romper.
Con la ingeniosa idea de ambientar la historia en la India, dotándola tanto de una particular estética como de un halo misterioso (aunque con algún elemento más chirriante y excesivamente tópico como que la mascota de peluche del niño sea un tigre o que su libro de cabecera sea justo El libro de la selva...) la película tiene un arranque que no por haitual pierde fuerza, logrando además crear toda una inquietate atmósfera (genial la idea de ese maravilloso jardín que empieza a morir a medida que van evolucinando los sucesos) que es probablemente lo mejor de la película.
Película que no puede renunciar a pequeños guiños al género (sin faltar ni la pelotita roja de turno ni esas aves muertas que no dejan de recordarnos a cierta escena de Poltergeist) la cinta sin embago pronto empieza a adquiir usos que ya conocemos demasiado, perdiendo parte de su fuerza con escenas como la lectura del cuento (esa silla que se mueve solo bruscamente no causa inquietud, sino que más bien consigue sacarnos del clima por algunos segundos) y tornándose cada vez más previsible a medida que avanza su metraje, sin faltar ese corte final que conecta con el mismo arranque de la pesadilla y, que si da lugar a una secuela, esperemos que esta supere a su original.
El otro lado de la puerta consigue inquietar, merced a su original comienzo y un reparto que consigue alcanzar cierta empatía, pero abusa de los sustos basados en golpes de sonido así como de imágenes tan perturbadoras como repetitivas y deudoras de otras películas (el fantassma surgiendo de la fuente), si bien goza de un relativo buen sentido del ritmo que hace que nunca lleguemos a perder el interés del todo por el desarrollo de unos aconecimientos que desde su principio han conseguido suscitar nuestra curiosidad, si bien acabaremos descubriendo que transitan por escenarios de sobra conocidos para el amante del terror.
Para fans del terror que quieran ver una nueva reinterpretación del horror más exótico.
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