Cine y literatura siempre han sido buenos compañeros de cama, pasando con facilidad de uno a otro, con un buen puñado de películas inspiradas en libros de todo tipo. Pero si nos ceñimos a otras artes el pulso es más irregular, aunque si hay uno que sale ganando es el arte de la pintura. Sin ser abundantes podemos encontrar un buen puñado de biografías de artistas (El loco del pelo rojo, el tormento y el éxtasis...), referencias a imágnes icónicas (Con La pesadilla de Fússli y El grito de Klimt a la cabeza, y si no que se lo digan a nuestro querido Ghostface de la saga Scream) e incluiso muchos misterios se han resuelto en una pinacoteca. Pero otros campos como el mercado del arte o los controvertidos expolios de obras artísticas se han ceñido casi siempre al mundo del documental (Las cajas españolas). Sin embargo hace poco nos llegó una película cuyo punto de partida es precisamente este asunto. Hoy hablamos de La dama de oro.
Tras el fallecimiento de su hermana María Altmann encuentra unas cartas y documentos que pueden ayudarla en un proyecto que tiene en mente desde hace un tiempo: recuperar los cuadros de su familia confiscados por los nazis durante la ocupación de Viena, entre los que destaca el retrato de Adele Bloch-Bauer, su tía, pintado por Klimt. Con la ayuda del abogado hijo de una amiga, también de origen vienés, que conforme avancen sus pesquisas se va identificando cada vez más con la causa de su cliente, comenzará un proceso judicial que la conducirá de nuevo a Viena y a enfrentarse a los fantasmas de su propio pasado.
Basada en una historia real la película es un curioso híbrido entre cine histórico y judicial aunque alejándose ligeramente de lo que nos suele tener acostumbrados este subgéneros en el que casi siempre el hecho juzgado suele ser algún tipo de crimen monstruoso que se presenta de manera más o menos velada (como por ejemplo la excelente The reader). Sin embargo aquí, aun haciendo referencia a la horrible realidad del holocausto (se menciona la muerte de un par de personajes en campos de concentración) y presentando algunas de las humillaciones a las que son sometidas los judíos de Viena, como verse obligados a piutar la palabra "judio" en la puerta de sus comercios, esta película se queda en la puerta del drama, sin ninguna escena explícita, aunque sin faltar, por supuesta, la típica persecución para huir del país con angustiosa espera en el aeropuerto incluída.
Así nos queda una película que se divide en dos tiempos, el presente, en el que se desarrolla toda la tram judicial, y el pasado, en el que asiatimos a la historia de la protagonista, desde su feliz niñez (en la que descubrimos su relación con su tía y el retrato de esta) hasta el momento en que llega a EE.UU huyendo de la barbarie y dejando su país y parte de su familia atrás. La sensación que nos deja es de una profunda melancolía, tanso por parte del personaje de Mirren, que se reencuentra con un pasado triste pero también feliz (la boda) como por parte de los de los dos personajes masculinos, uno que enfrenta a un pasado familiar que sólo conocía de oídas pero que hace que finalmente se tome el caso como algo personal (la visita al monumento, o la asistencia al concierto en el que tocan la obra compuesta por su abuelo) y otro que lucha por redimirse de los pecados de su padre.
Con la siempre carismática Helen Mirren, que parece estar en su salsa, a la cabeza la cinta nos presenta unos persoanajes tópicos, que quizás generan menos empatía de la que deberían inspirar y más tomando como telón de fondo un drama tan humano como la II Guerra Mundial, resultando a veces incluso forzados en su interpretación (cuando el abogado se enfrenta a sus sentimientos encontrados en el baño -literal- parece más estar teniendo una rabieta que viviendo una lucha interna), y con un desenlace, tras terminar todos los juicios de un modo que aquí nos desvelaremos (pero cuya resolucióna y decisiones finales mi me choca francamente con todas las motivaciones que ha expresado la protagonista a lo largo de la cnta, por muy real que esta historia sea), heredado sin tapujos de Titanic (sólo le falta verse ella misma de jovencita para que sea calcado del sueño que tiene la anciana Rose al final de la misma).
Una excelente dirección artísitica, con un cuidadísimo uso del color (o falta de él, muchas veces hasta podría ser un perfecto blanco y negro con la salvedad de algunos tonos de rojo) y sus interesantes referencias históricas (el destino de los tesoros de la familia, como el collar favorito de su tía), además del buen trabvajo de Mirren, no salvan una película curiosa pero que no acaba de llegar a la catarsis que busca en el espectador y que queda como curiosidad para los aficionados al cine bélico en su veriente más doméstica.
Para fans del drama histótico con juicio incluido...eso sí, sin esperar la emoción de un Atticus Finch.
No hay comentarios:
Publicar un comentario