Legos del Monigotorium

lunes, 22 de marzo de 2021

CUTRECONEANDO 21

 

Sin la pompa y circunstancia que habríamos podido esperar de un fasto tal como es la décima edición de la Cutrecon, el festival de cine cutre de Madrid, debido a las restricciones debidas a la Covid-19, pero sin perder un espíritu que lo arrolla todo los tres días del evento han pasado como un relámpago.

El 19 de marzo se dió el pistoletazo de salida con una rueda de prensa con la presencia de el invitado de este año, J.D. Shapiro, que recibiría esa misma noche el premio Applehead Sah-Di-A. Shapiro, guionista y cómico, merecedor del galardón por su guión de Campo de batalla: la tierra, considerada una de las peores  peliculas de la historia y prueba de que uno: las cintas que podemos disfrutar en la Cutrecon tienen guión, y dos: que de la pluma a la pantalla puede que a dicho guión no lo reconozca ni la madre que lo parió, desgranó toda una serie de anécdotas en torno a su estensa carrera y consiguió dejar el listón muy alto respecto a lo que podíamos esperar en la proyección de la noche. Aunque francamente destacaron aquellas respecto a la relación y reacción de la Iglesia de la Cienciología (pasando de Jekyll a Hyde) con el film protagonizado por Travolta y sobre todo aquella sobre cómo Sean Connery fue candidato a interpretar al Rey Ricardo en Las locas, locas aventuras de Robin Hood...aunque el propio Connery prefería el papel de reina. Una sorpresa mayúscula que están disfrutando en algún universo alternativo, lástima de desavenencias creativas.

La tarde dió paso a la presentación de la flamante edición en Blu-ray de Apocalipsis voodoo, vía telemática eso sí, y con la proyección del como se hizo. Uno de los clásicos de la muestra por derecho propio, nacida de los anuncios de la V Cutrecon, y proyectada en la sesión golfa  de la VII (aún sin su acabado definitivo...hasta el público tuvo que hacer los efectos de sonido de su pelea final y se convirtió en uno de los momentos clásicos del festival), esta buddy movie ha conseguido la distribución internacionales con su increíble acabado retro y su impagable sentido del humor. Los que no la hayan visto todavía no saben lo que se están perdiendo, pero todavía están a tiempo de subsanarlo.

Pero nadie puede negar que el plato fuerte era la proyección de Campo de batalla: la tierra, una de esas cintas que entran en las listas de peores películas del año, de la década y casi del siglo...y por supuesto del género. Un planteamiento clásico (héroe forzoso que se rebela ante la opresión de un malvado pueblo conquistador) que se despeña por un barranco con escenas y diálogos incomprensibles que la convierten en un film de burocracia ficción lastrada por un montaje y fotografía que nos hace pensar que se ha rodado en Pisa (encaramados a la torre para más señas) durante un corrimiento de tierra. Unos aliens rastafari enganchados al kerbango con unos modelitos tan encorsetados que hacen que a su lado el andar de un vaquero apeado del caballo tras dos semanas de desierto un prodigio del garbo no ayudan a una trama que consigue transportarnos en el tiempo y en el espacio o...al menos hacernos desear estar a siglos luz del cine. 

Si es que hasta Travolta se da con el techo en lo que no estoy segura si es un gag o un chiste involuntario...y no es el único que se la pega en una película a la que lo único que la salva son las ganas de cachondeo. Algo de lo que por supuesto nunca carece la Cutrecon.

La mañana del sábado llegó con el segundo round en forma de Psycho Goreman, película que lejos de ser cutre es una perversión de uno de los arquetipos más queridos del cine de los 80, el de grupo de niños que se hace amigo de un ser de otros mundos. Lo único que en este caso la cinta de 2020 hace honor a su nombre añadiendo gore al cocktail en una historia en la que no sabemos si tiene más peligro el alien en cuestión, un furibundo destructor de planetas, o Mimi, la salvaje antiheroina capaz de cualquier cosa con tal de satisfacer sus caprichos. Extrañas criaturas que no desentonarían en un episodio de los Power rangers, una banda sonora pegadiza y humor negro a raudales hace de esta esta una apuesta totalmente recomendable para los amantes del espíritu del cine de los 80 sin prejuicios.

La sobremesa, lejos del culebrón de tarde, se cubriría con la iniciativa Cutrerion, que traía una de las cintas más demandadas por los fans: Birdemic. Historia de chico conoce chica, chico conquista chica, chico y chica se enfrentan a apocalipsis pajaril con efectos especiales dignos de haberse diseñado con un tamagochi y espectadores se desesperan ante los ruidos de bisagra oxidada que acompañan a los ataques de aves durante el resto de la trama Birdemic es un alegato ecologista con el ritmo de un patinete eléctrico sin batería: solo funciona un poco mejor cuando va completamente cuesta abajo. Una película que haría no ya que Hitchcock se revolviera en su tumba, si no que regresara en forma de zombie para acabar con los culpables.

 Más convencional resultaba la siguiente cinta, .R.O. T.O.R., que con la excusa de enésimo experimento robótico que sale rana nos presenta al hijo secreto de Terminator y algún cantante de los Village people. Acción contenida, aunque con algún enfrentamiento memorable (el mazas pisoteado) y el primo bastardo del robot de Rocky IV le dan el punto.

Una llamada a la nostalgia y las nuevas generaciones de cutréfilos traía el remate de la tarde: Masters del universo. A pesar del diseño grotesco de algunos personajes la cinta a mayor gloria de los muñecos de Mattel resulta todavía rabiosamente entretenida, con una banda sonora que homenajea sin pudor (por decirlo de manera fina) a John Williams y un Langella que consigue dar un toque shakesperiano a su Skeletor. De esas que crean afición.

Y no fue la única sorpresa de la noche. Justo antes Eric Trébol,  uno de los habituales (por no decir el más habitual) del festival, recibió el flamante ticket dorado (diseñado por servidora, gracias por la oportunidad) que le da el acceso a todos los cutreventos futuros. La prueba factible de que si os coméis toda la verdura, hacéis ejercicio (levantamiento de jarra en concreto) y venís todos los años a montarla bien gorda a la Cutrecon podéis llevaros también un premio bien gordo. Porque la Cutrecon no son solo las películas, los disfraces de caramelos Paco y los comentarios a grito pelado. La Cutrecon sois vosotros.

¡Y todavía quedaba el domingo! Con el acertadísimo nombre de Cyberpunk 2022 los robots tomaron la Cutrecon 10. Robotrix, cinta que hacía que nos planteáramos numerar el festival con números latinos (la X para más señas) con su historia de robots de generosas curvas que investigan el secuestro del hijo de un jeque y que demuestra que los robots a diferencia de los ángeles, sí tienen sexo. Además de que, por mucho que avance la tecnología robótica se puede seguir anclado en el vhs.

Y para rematar Robovampire, auténtico pastiche con autómatas de bajísima tecnología que alcanza sus mayores cotas vergonzantes  con los ataques de vampiros chinos... sí, esos vestidos con traje típico de mandarín que se desplazan a saltitos. Tal vez los recuerden de las tortugas ninja coreanas, pero si se los encuentra, en absoluto recomendamos contratarlos.

La tarde suponía ya el comienzo del fin: la Megatón (aunque casi debería llamarse Mitchellton, por la presencia del icónico actor en las tres cintas proyectadas). Monjes caníbales, promiscuos turistas y un aroma a Perdidos pero en mal bañan Raw force, película de artes marciales descafeinadas en la que no faltan ni los zombies. Deadly prey sin embargo abandona los repartos corales por el protagonismo de un antiguo mercenario alérgico a las camisetas que se enfrenta a unos inútiles émulos del malvado Zaroff, regalándonos toda una suerte de sonrojantes ataques y diálogos para los anales del cutrerío. Y el fin de fiesta con Kill Squad, película que demuestra que para acceder a cualquier oficio hay que tener cinturón amarillo mínimo y que, a pesar de un desarrollo digamos repetitivo, resulta endisbladamente divertida, con un final sorpresa que demuestra que con el maquillaje es mejor no pasarse. Además su director, Patrick G. Donahue, conectó en directo con el festival para responder a las preguntas de sus fans y recibir el premio Jess Franco. Un fin de fiesta que supuso todo un lujo.

Tal vez esta no era la Cutrecon que esperábamos cuando se anunció el décimo aniversario hace ya más de un año, pero era la que necesitábamos. Ha habido retrasos, pero la seguridad ha primado ante todo (ahí está el vídeo de advertencias de Cacaman...los que no lo hayáis visto ya estáis tardando) y tres días de auténtica diversión nos ha ayudado a olvidar un poquito una pesadilla de la que nos está costando escapar. Y aún hay más: en 2022 los cutresaurios volverán a andar sobre la tierra. Larga vida a la Cutrecon...de momento solo hemos asistido a los diez primeros años.


1 comentario:

  1. Completísima crónica de la Cutrecon de la pandemia. Efectivamente, es lo que todos necesitábamos desesperadamente, por ver a la gente, por despotricar a la pantalla juntos, por el cachondeo...
    A por los siguientes 10 años!!!

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