Sería fácil hablar de Quien a hierro mata como una mera cinta de venganzas, algo a lo que ya nos han acostumbrado el cine coreano y la cinematografía más reciente de Liam Neeson. No hablamos de un caso tan sangrante, aunque el líquido vital acabará por unirse a la función. También sería fácil hablar de una cinta sobre el mundillo del narcotráfico, temática últimamente tremendamente populara gracias a la pequeña pantalla con cintas como Narcos o Breaking Bad. Pero al igual que nos enseñaron estas series, lo importante está en las pequeñas historias y las relaciones personales. Quien a hierro mata es ante todo una historia personajes. De un enfermero, un Luis Tosar que muestra a la vez su lado más luminoso y más oscuro, que debido a su encuentro con un hombre, un narco hoy anciano que decide pasar la última etapa de su vida en la residencia en la que este trabaja, va a sacar a las luz los demonios más hirientes de su pasado. De un anciano enfermo, encarnado por un inmenso Xoán Cejudo en uno de sus últimos papeles, que a pesar de parecer indefenso esconde más de un as en la manga. De dos hermanos a la sombra de su poderoso padre pero que intentan expandir su imperio sin aceptar consejos. Un bien elegido elenco de actores que consigue dar vida a unos personajes capaces de morir matando y que consiguen tanto sorprenderse entre ellos como al mismo espectador.
Quien a hierro mata es una película rodada con mimo, que no elude las metáforas (del primer plano de su metraje a esa luz roja, hija del giallo, que baña a Tosar cuando remata un acto para el que no habrá vuelta atrás) y sabe hacer un inteligente uso del montaje y la puesta en escena (algún flashback nos va a remitir a su anterior cinta,Verónica, eso sí), incluso cuando recurre a elementos tan inesperados como una canción de Julio Iglesias. Una película que sabe sacar lo mejor de unos buenos materiales, de su poderoso sentido del ritmo y de una historia que nos resulta a la vez familiar y ajena.
Puro cine negro con sabor gallego, de ese que consigue hacernos empatizar con amigos puntuales del crimen perfecto y a la vez mostrarnos el lado más aterrador de un universo que durante mucho tiempo ha sido el pan nuestro de cada día en más de un telediario. Una cinta que consigue casi de inmediato conectemos con sus personajes, que nos riamos con sus réplicas y temblemos ante sus decisiones, que los veamos como seres terrblemente humanos pero que parecen abocados a una fatalidad digna de una tragedia griega. En esa liga, heredera magnificada del cine quinqui, en la que nos ha introducido, aunque en un dispar paisaje, películas como El niño, Quien a hierro mata se revela como caballo ganador. Un duro viaje a una Galicia en la que lo único dulce es el acento.
Quien a hierro mata llega a las pantallas el 30 de agosto
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