Al hablar de esta nueva Suspiria, dirigida por Luca Guadagnino (que sonará a más de uno gracias a la sensible Call me by your name, ganadora del óscar al mejor guión adaptado y muy, muy recomendable) resulta prácticamente inevitable hablar de la cinta homónima de 1977 en la que se basa. Pero podemos decir con todas las letras basa, porque la nueva Suspiria es toda una vuelta de tuerca a la original, tanto por una historia en la profundiza más en sus personajes (casi en su totalidad femeninos con la excepción de un psiquiatra que, para aquellos a los que les guste indagar por la red tiene sorpresita...) como por su puesta en escena, con colores apagados pero con unos excesos bien diferentes a esa caja de música de ricos colores en la que se desarrollaba la cinta de Argento.
Ambientada en la misma ciudad y año que la original (Berlín , 1977) la nueva Suspiria nunca pierde del todo de vista el clima político de la época, contribuyendo a hacer todavía más malsano el entorno de la Alemania dividia al que llega la joven Susie Banner, una bailarina norteamericana que casi parece crecer de adolescente a mujer a lo largo de la trama y que llega a la misteriosa academina Markos. Hasta aquí parece nada distinto de la película primigenia pero la cinta de Guadagnino tiene su propia historia que contar, manteniendo el inquietante halo misterioso de la academia pero huyendo de los tenebrosos asesinatos que abrían la primera versión y que marcaban el resto de la historia.
Así hablando de esta nueva Suspiria en sí misma nos encontramos ante una película con una envidiable atmósfera, que en ningún momento se echa para atrás en sus concesiones al gore (indescriptible la escena del asesinato en el aula de los espejos, una escena que puede poner los pelos de punta o más bien el estómago al revés , y nunca mejor dicho, al espectador menos curtido), con elementos que no chirriarían en el mejor cine de terror asiático (ahí están las desasosegantes pesadillas que asedian a la protagonista) y un encomiable cuidado en los detalles (como ese garfio que casi se nos antoja una costilla con más de un eco bíblico). Y dentro de este cuidadísimo envoltorio una historia, como marca con aroma casi operístico, en seis actos y un epílogo que nos va a llevar a un todo un mundo de pesadilla que linda con la cásica Häxan y en la que el baile, rico en connotaciones telúricas, místicas y eróticas, se convierte en un ingrediente clava. Una trama que se va volviendo más arriesgada a medida que avanza, incidiendo en el carácter de comunidad de sus protagonistas. y que solo puede culminar en un excesivo aquelarre como pocos se han visto en pantalla, un puro delirio como el que afirma el personaje del psiquiatra sufre una de las bailarinas casi al comienzo de la historia, que entusiasmará tanto como disgustará a más de un espectador, y que nos puede hacer pensar en cintas del género como la odiada y amada a partes iguales Lords of Salem.
Suspiria es una película tremendamente ambiciosa, cuyo visionado no es fácil, de esas que tanto entusiasman a los fans como les dan ganas de salir corriendo del cine. Su duración, sobrepasando las dos horas y media frente a los apenas 90 minutos durante los que nos deleitan con escenas tan sorprendentes como ese casi hipnótico ballet Volk o nos emociona con dramáticas historias como la que arrastra el anciano doctor.
Unos la odiarán. Otros la considerarán superior al original. Pero sin duda es una de esas películas ineludibles que merecen verse para forjarse una opinión propia acerca de este grandguignolesco ditirambo recitado por bacantes modernas y consagrado a la mater suspiriorum. Lejos del cine de terror al uso una hermosa perla deforme del cine de autor.
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