Los tiempos de Irma la dulce han muerto. Películas como Diana, el segundo trabajo de Alejo Moreno tras el documental La vida a 5 nudos, nos arrastra al sórdido mundo de la prostitución de lujo para contarnos una bizarra historia de dobles caras, ambición y sexo.
El arranque de la cinta es de esos que enganchan. Tras unos estéticos títulos de crédito cuyo significado descubriremos más adelante la película utiliza el lenguaje de los últimamente tan en boga programas de investigación para que, de la mano de una presentadora cuyo programa analiza el lado oscuro de "la milla de oro madrileña", para que conozcamos a Sofía, una atractiva universitaria de día escort de noche, que sin miedo de que su rostro sea conocido a través de la pequeña pantalla, está dispuesta a contar su relación con uno de sus clientes.
La historia tiene mucho para suscitar el interés, casi podríamos decir el morbo, del espectador. Una pareja protagonista atractiva, un pasado que adivinamos turbio, un curioso tatuaje que reza Diana...muchas preguntas de las que ansiamos la respuesta. Y la primera parte, sin duda lo mejor de la película, en la que adivinamos como este encuentro cordial entre escort y cliente va a ir tornándose en una relación cada vez más tóxica, parece dispuesta a darnoslas todas. Un cebo perfecto, igual que el que exhibe su protagonista ante un lobo que se deja domesticar, y que parece prometer un thriller a la altura.
Pero a medida que avanza el film la trama se va tornando más ambiciosa, a la par que mengua su ritmo (un ritmo marcado en inicio por las horas que paga el cliente). Contaminada por simbolismos nada discretos (como el nombre del protagonista, Jano, o el apunte a Dr. Jekyll y Mr. Hyde) y lastrada por escenas que parecen más destinadas a alimentar dudas sin salida que a profundizar en los personajes la película va devorando la gran impresión de la primera parte, culminando en un desenlace pretendidamente sorprendente (y la verdad no se puede negar que lo hace, aunque no sé si precisamente para bien, y más merced a esa voz que solo parece escuchar, o repetirse mentalmente, Sofía). Su cuidado del atrezzo (esas máscaras que hasta nos pueden hacer pensar en la perturbadora Eyes wide shut o esa "lencería" de Carnaval que es puro bondage japonés...del piso de escort de lujo que parece algo menos lujoso de lo que debería ser mejor hablamos otro día) y unos actores a los que se les ve cómodos trabajando juntos no salvan una historia que nos deja más de un déjà vú, y que, de haber seguido el tono de su primera media hora, podría haber resultado una intriga más que memorable.
Diana llega a los cines el 21 de septiembre
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