Legos del Monigotorium

lunes, 5 de diciembre de 2016

ESPERANZA EN BLANCO Y NEGRO

Aunque muchas veces nos pueda parecer que el mar es patrimonio exclusivo de temibles tiburones, cantarinas sirenitas y algún delfín despistado la orca no es solo un animal marino sino tremendamente cinematográfico. Desde esa Orca, la ballena asesina que ha dado para más de un juego de palabras a la almibarada Liberad a Willy y sus secuelas (una incluso con canción de Michael Jackson, ahi es nada) la orca, cetáceo de gran presencia, ha paseado su acuático palmito por documentales varios como el controvertido Blackfish, dramas como De óxido y hueso o incluso fugazmente en comedias como Somos los Miller. Y ahora le llega el turno con un papel sin duda emocionante...hoy hablamos de El faro de las orcas.
Beto lleva más de una década investigando a las orcas en la Patagonia, si bien en los últimos años sus superiores le prohiben una interacción directa con ellas, norma que él desobedece siempre que tiene ocasión. Un día ante su cabaña se encuentra una visita inesperada. Una mujer, Lola, ha viajado desde España para que su hijo Tristán pueda ver a los animales. El niño es autista y ella jamás le ha visto tan emocionado como al ver un documental en la televisión en el que aparecían estas orcas, y cree que esto puede suponer un gran cambio en su estado. En un comienzo Beto se negará pero al poco decide permitirles intalarse con él y pronto la pareja empezará a sentir algo más.
Deama sentimental basado en hechos reales la película no elude la imagen tradicional de la temible orca, preseténdola en su primera aparición como inclemente cazadora de lobos marinos para poco a poco, de la mano de la visión subjetiva de los personajes introducirnos en una relación casi mágica del ser humano con la naturaleza salvaje.
Con una apabullante visión de la naturaleza, por una vez no un mero paisaje de postal, sino una impresionante inmesidad en la que el ser humano queda reducido a un mero visitante (no solo en el mar sino incluso en tierra firme) frente a su grandeza  y la inclemencia de los elementos (la tormenta de la primera noche), pero una naturaleza que a pesar de poder parecer terrible no es un enemigo, sino algo capaz de llenar la existencia por completo, tanto la del apasionado zoólogo como la de ese niño para el que puede parecer que solo existe su mundo interior o la de la madre coraje capaz de atravesar medio planeta por un rayito de esperanza. Una faceta del planeta en la que no faltan los sucesos más sobrecogedores pero en la que también podemos encontrar las imágenes más hermosas (el juego con las orcas), algo que esta cinta sabe plasmar con habilidad y más emoción que mero azúcar.
El faro de las orcas es una sensible historia de personajes, un relato que si bien en numerosos momentos puede parecer más previsible  (la marcha de madre e hijo apenas han aparecido en la cinta) sabe mantener el interés del espectador gracias a factores como la buena química entre la pareja protagonista o a una historia de arranque más atípico que otras de corte similar (la salvación, por llamarla de algún modo, no está en un prestigioso tratamiento ni bajo un prisma médico sino en un enorme depredador y por mera intuición de una madre que se desvive por su hijo), dando a lugar a una correcta historia de amor con un puntito original de lo que mejor son esas escenas en las que lo salvaje se vuelve un poco humano.
 Una hermosa carta de amor a la naturaleza El faro de las orcas llega a la gra pantalla el 16 de diciembre

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