La animación japonesa es para muchos un género que nos ha acompañado, ya mediante series, ya mediante películas desde nuestra más tierna infancia, y que, independientemente de su corte (romántico, deportivo, magical girls...) casi siempre nos presenta personajes que poco a poro consiguen superarse hasta límites increíbles en la disciplina elegida...y este suele ser el fin de la historia. Sin embargo hay veces en que esto solo es el comienzo ya que a nivel humano hay más...mucho más. Este es el caso de la película de la que hablamos hoy: El niño y la bestia.
Kumatetsu, un gigantesco ser parecido a un oso con un carácter vago y huraño, sueña con ser nombrado el Señor de las bestias, pero no lo consigue porque, a diferencia de su mayor rival, no tiene nigún discípulo. Un día paseando por la dimensión que habitan los humanos encuentra a un huérfano de madre que se ha escapado de casa, Ren, que, intrigado, le sigue hasta su hogar, donde le convencerá para que se convierte en su alumno, a pesar de que el resto de las bestias desconfía por el lado oscuro que albergan los humanos y que puede desarrollarse de un modo inesperado. Rebautizado como Kyuta Ren se enentrenará durante años con Kumatetsu, logrando que cambie el carácter de la bestia y logre nuevos discípulos pero algo empezará a cambiar cuando el niño, ya casi un hombre regrese por un día al mundo humano.
Partiendo de dos corrientes que conocemos bien y que no son en absoluto ajenas al cine de animación japonés, el viaje a otra dimensión (El viaje de Chihiro) y el entrenamiento de artes marciales El niño y la bestia es una original cinta que nos habla de como la relación entre dos seres muy distintos aunque igualmente desamparados y atormentados (un niño con un padre al que no ve desde su divorcio que ante la muerte de su madre abandona su casa y a sus nuevos tutores, y una bestia que intenta lograr su gran sueño a pesar de unos vecinos que a su manera le desprecian) puede cambiarlos hasta extremos que no habían soñado, pero no como luchadores sino como seres humanos (si se permite el término siendo uno de ellos, como se ve en el título, una bestia)
Y es que al igual que ha pasado con otras cintas que nos han sorprendido en los últimos años (léase la muy recomendable Wolf's children, que partía de una historia de corte Crepúsculo para convertirse en una fábula bien distinta sobre el paso hacia la madurea) la película abandona pronto el típico entrenamiento con el que nos suelen arrastrar los personajes a su terreno (con la particualridad de que este tiene un comienzo más empático que le da un toque muy original) para contarnos como amb os se enfrentan a sus propios problemas de identidad. el niño a su dualidad de humano de nacimineto educado por una bestia, la bestia a un sueño que puede no ser lo único que realmente le importa.
El niño y la bestia es una película que, sabiendo mantener algunos de los tópicos más conocidos del género (el gran enfrentamiento, el amigo que resulta ser un villano, el romance de instituto...vale, sin instituto) sabe mutar lo suficiente en su desarrollo para mostrarnos nuevas aristas de sus personajes, y lo sabe hacer con sensibilidad y unos personajes que si bien son herederos de muchos otros saben adoptar su punto de originalidad.
Con una cuidada animación (destacables las escenas de multitudes), algunas escenas particularmente hermosa (el desenlace con esa nueva Moby Dick hecha de sombra) y una historia que se mueve entre la tradición y la modernidad El niño y la bestia es una original propuesta a la que hasta se le perdona una ligera pérdida de ritmo e incluso alguan incongruencia y concesión a la galería (el ratoncito que acompaña al protagonista), para perdernos en un cuento que pronto se deja invadir por la realidad, pero al que acaba salvando el poder de la magia, y que, tras su visionado nos deja volver a casa una vez más como niños grandes.
Cinta de animación para todos los públicos El niño y la bestia se estrena el 22 de abril en cines.
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