Siempre se ha hablado del cine como fábrica de sueños e inseparable a este asunto siempre ha estado la realización de asombrosas gestas, derrotando grandes ejércitos, tomando ciudades inexpugnables, encontrando tesorros ocultos durante milenios y...¿caminando medio centenar de metros?¿y en línea recta? Pues sí...cuando este breve paseo se realiza varios centenares de metros sobre el suelo, tal y como cuenta la película de la que hablamos hoy...hoy toca El desafío.
Philippe Petit es un artista callejero que realiza sus números de funambulismo y malabarismo por las calles de París. Maravillado desde pequeño por los números de circo y prácticamente autodidacta encontrará un nuevo objetivo cuando descubra en una revista de la consulta del dentista que se están construyendo las torres gemelas del World Trade Center neoyorkino, y ya no podrá pensar en otra cosa que tender su cable entre ambas y recorrerlo. Con la ayuda de su novia y amigos marchará a Nueva York con este único sueño, tan ilegal como peligroso.
Basada en hechos reales El desafío (con el título origianl más poético y probablemeten adecuado de The walk) es una película con asombrosas imágenes poco recomendable para espectadores con vértigo. Narrada en primera persona (con la cuestionable opción de ese forzado acento que nuestro protagonista mantiene durante toda la película y esa risible opción, que ignoro cuanto tiene de real, de que hablen en inglés entre ellos solo porque están en Norteamérica) y con un arranque que tiene mucho de cuento, con nuestro héroe subido a la antocha de la mismísima Estatua de la libertad, esta cinta biográfica nos cuenta como se gestó un increíble número de funambulismo que, si no supiéramos fue real, se antoja prácticamente increíble.
Una vez expuestas brevemente las motivaciones que llevarona a Petit a meterse en el mundo del espectáculo primero y a concebir la idea de cruzar entre las torres después (y que contribuye sin duda a generar cierta empatía en el espectador, más que necesaria en una cinta como esta) la película pasará casi inmediatamente a convertirs en una palícula de corte muy cercano al de atracadores, contando minuciosamente la preparación de un golpe en toda regla con recompensa no monetaria, y en la que no faltan elementos tan caros a este subgénero como las extrañas alianzas, las claves o los disfraces, y que suponen, a pesar de la extrañeza que puede suscitar en un primer momento lo mejor del metrajes.
Sin embargo tanto esta parte como el resto de la cinta se ven aquejadas de una irregular concepción del ritmo, alternando escenas frescas y divertidas con otras repetitivas y casi desesperantes y ello se ha ce particularmente patente a la hora de enfocar lo que es el plato fuerte de la función, el paseo entre ambas torres, que a pesar de estar cuajado de hermosas (y desasosegantes) imágenes acaba volviéndose tediosos y en ocasiones, cuando internta ser más poético incluso ridículo (la escena de la gaviota o esos policiás que podrían haberse escapado de cualquier comedia chusca).
El desafío tiene muchos elementos para hacer una gran película, y especialmente en el apartado visual sabe aprovechar algunos, pero el resultado es trmendamente irregular, con su falta de ritmo y personajes casi anecdóticos unidos a alguna imagen simbólica tremendamente forzada (el ataúd).
Carta de amor póstuma a las torres gemelas (en unos planos finales que no dejan de recordarnos a Gangs of New York) lo mejor que se puede decir de ella es que dejará alguna imagen grabada en nuestra rutina gracias a su asombrosa presentación de un vértigo que se hace realmente palpable, no así a nivel argumental.
Asombrosos efectos visuales para una historia que sin embargo nos deja perpetua sensación de algo ya visto
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